Los inversores Free-Riding montan mercados para un importante colapso.
Por Jim Rickards, desde Darien, Connecticut
El Free-Riding es uno de los problemas más antiguos de la economía y de la sociedad en general. En pocas palabras, describe una situación en la que una parte de grupo toma los beneficios de una condición económica determinada sin importarle como sostener esa condición.
El mejor ejemplo son los parásitos que viven sobre los elefantes. El parásito chupa la sangre del elefante para sobrevivir, pero no contribuye en nada a su bienestar.
Unos pocos parásitos en un elefante son una molestia inofensiva. Pero tarde o temprano se corre la voz y llegan más parásitos. Después de un tiempo, los parásitos comienzan a debilitar la resistencia del elefante huésped… pero el elefante continúa andando.
Finalmente, llega un punto de inflexión en el que hay tantos parásitos que el elefante muere. En ese punto, los parásitos también mueren. Es una cuestión de beneficio a corto plazo versus sustentabilidad a largo plazo. Los parásitos solo piensan en el corto plazo.
Un conductor que usa la ruta sin pagar peajes ni impuestos es un Free-Rider, que en español se podría decir de aquellos que “viajan gratis”. Un inversor que se queda con la investigación de un broker sin abrir una cuenta o pagar tarifas de asesoría es otro ejemplo de ello.
En realidad, los problemas de Free-riding se esconden en casi todas las expresiones del esfuerzo humano. El truco es mantener al mínimo los usuarios gratuitos para que no abrumen el servicio que se brinda y arruinen ese servicio para aquellos que pagan su parte.
Los free-riders más grandes del sistema financiero son los ejecutivos bancarios, tales como el CEO de JP Morgan, Jamie Dimon. Los pasivos bancarios están resguardados por la Corporación Federal de Seguros de Depósitos de Estados Unidos (FDIC) con hasta USD 250.000 por cuenta.
Los pasivos por encima de eso son garantizados implícitamente por la política de “demasiado grande para caer” de la Reserva Federal. Los grandes bancos pueden participar en contratos de swaps y otros contratos derivados “fuera de los libros” sin proporcionar el capital adecuado para el riesgo de mercado involucrado.
Las tasas de interés se mantuvieron cerca del nivel cero por años debido a las políticas implementadas por la Reserva Federal de Estados Unidos en pos de ayudar a los bancos a obtener ganancias al no pasar los beneficios de las tasas bajas a sus prestatarios.
Pon todo esto (y más) junto y es una receta perfecta para obtener miles de millones de dólares en ganancias bancarias y enormes cheques y bonos para altos ejecutivos como Dimon. ¿Cuál es la contribución de los ejecutivos al sistema?
NINGUNA. Simplemente se sientan a esperar cual parásitos y recogen los beneficios sin ofrecer nada a cambio. Dados todos estos subsidios federales a los bancos, una mascota entrenada podría ser el CEO de JP Morgan y las ganancias serían las mismas. Esta es la esencia del comportamiento parasitario.
Sin embargo, existe otro problema parasitario que afecta a los mercados que es más difícil de ver y que puede ser incluso más peligroso que los Free-Riders bancarios. Este es el problema de los inversores “activos” frente a los “pasivos”.
Movimiento versus quietud
Un inversor activo es aquel que lleva adelante una investigación original y un proceso de revisión estricto en sus inversiones o que cuenta con un asesor de inversiones o un fondo mutuo que hace investigación propia. El inversor activo hace apuestas, asume riesgos y es el alma del descubrimiento de precios interesantes en los mercados de valores.
El inversor puede ganar o perder dinero (por lo general suceden ambas cosas) pero en todos los casos gana su dinero a través de inversiones cuidadosamente planificadas. El inversor activo contribuye a los mercados mientras trata de ganar dinero en ellos.
Un inversor pasivo es un parásito. El inversor pasivo simplemente compra un fondo indexado, se sienta y disfruta del espectáculo. Dado que la mayoría de los mercados suben, la mayoría de las veces el inversor pasivo gana dinero pero no contribuye en nada al descubrimiento de nuevos precios en el mercado.
Los beneficios de la inversión pasiva fueron destacados por el fallecido Jack Bogle de Vanguard Group. Bogle insistía en que la inversión pasiva es superior a la inversión activa debido a sus menores comisiones y a que los administradores activos no pueden “ganarle al mercado”. de esta forma, Bogle instaba a los inversores a comprar y mantener posiciones en fondos pasivos e ignorar los altibajos del mercado.
El problema con el consejo de Bogle es que es una estrategia parasitaria: funciona hasta que deja de funcionar.
En un mundo en el que la mayoría de los fondos de inversión y los administradores de riqueza son inversores activos, al inversor pasivo puede irle bien. Los pasivos pagan comisiones más bajas mientras disfrutan del descubrimiento de nuevos precios, de la liquidez y del ímpetu direccional que brindan los inversores activos.
Los inversores pasivos son free-riders que avanzan acostados en la espalda del trabajo duro de los inversores activos, del mismo modo que un parásito vive de la fuerza de un elefante.
¿Y qué sucede entonces cuando los inversores pasivos superan a los inversores activos?
El elefante empieza a morir.
Desde 2009, se han agregado más de USD 2,5 billones destinados a las acciones a fondos de estrategia pasiva, mientras que más de USD 2 billones han sido retirados de los fondos de estrategia activa.
Los inversores activos que hacen su tarea, aumentan la liquidez del mercado y llevan adelante el descubrimiento de nuevos precios se están reduciendo. Los inversores pasivos que “viajan gratis” en el sistema y no agregan nada al descubrimiento de nuevos precios se están expandiendo de forma exponencial, entonces los parásitos están comenzando a abrumar al elefante.
Hay mucho más en este análisis que la mera opinión u observación. El peligro de este fenómeno radica en el hecho de que los inversores activos son los que apuntalan el mercado cuando éste se encuentra bajo estrés. Si los mercados están disminuyendo rápidamente, los inversores activos ven valor y pueden subir para comprar.
Si los mercados siguen subiendo al estilo de una burbuja, los inversores activos pueden tomar ganancias y mantenerse al margen. De todos modos, son los inversores activos quienes actúan como un freno en el comportamiento fugitivo tanto hacia arriba como hacia abajo.
Los inversores activos desempeñan un papel similar al antiguo especialista de la Bolsa de Nueva York, de quien se esperaba que vendiera cuando la multitud quería comprar y que comprara cuando la multitud quería vender, de forma tal de mantener un libro de órdenes equilibrado y a los mercados funcionando sin problemas.
Los inversores pasivos pueden estar disfrutando del “viaje gratis” por ahora, pero se verán sorprendidos cuando los mercados vuelvan a estallar, como sucedió en los años 2008, 2000, 1998, 1994 y 1987.
Cuando el mercado cae, los gestores de fondos pasivos se verán obligados a vender acciones para seguir el índice. Esta venta empujará al mercado aún más hacia abajo y forzará más ventas por parte de esos gestores pasivos. Esta dinámica se alimentará de sí misma y acelerará el colapso del mercado.
Los inversores pasivos comenzarán a buscar a inversores activos para “sumarse” y comprar. El problema es que no quedarán inversores activos o al menos no la cantidad suficiente como para marcar la diferencia. El desplome del mercado será como un tren descontrolado y sin frenos.
El elefante morirá.
Saludos,
Jim Rickards
Jim Rickards es editor de Inteligencia Estratégica para Agora Publicaciones. Es un abogado, economista y banquero de inversión. Ha brindado su vasto conocimiento de los mercados a la comunidad de inteligencia estadounidense y al pentágono.