“Todo tiene un precio”, me dijo mi padre rico. “La mayoría de las personas están dispuestas a pagar el precio a cambio de seguridad, pero no están dispuestas a pagar el precio por la libertad. Es por eso que la mayoría accede a solo una de las dos. Sólo tienen una o la otra”.
Por Robert Kiyosaki
Querido lector,
Mi padre rico decía:
“Pregúntale a cualquiera que sea rico, famoso o exitoso, y estoy seguro de que te dirán que siempre han tenido que enfrentar demonios en el camino. No hay almuerzo gratis”.
Todo el mundo tiene retos en el camino hacia el éxito. El mío era no tener educación ni dinero cuando comencé. También tuve una familia que sustentar cuando mi padre murió. Tenía trece años cuando me enfrenté a ese desafío, y habría aún mayores por venir.
Sin embargo, logré pagar el precio y, al final, alcancé una gran riqueza. En retrospectiva, el dinero fue mi recompensa por pagar ese precio inicial.
El precio de la seguridad
El problema de buscar la seguridad de manera directa es que a menudo conduce a compromisos que nos ponen en una posición de debilidad. Por ejemplo, uno podría conformarse con un trabajo que le desagrada, pero bueno, puedes pagar tus cuentas.
Si bien este tipo de compromiso puede ser necesario a corto plazo, no es una buena estrategia para la seguridad en el largo plazo. Después de todo, alguien puede quitarte ese trabajo.
Y si no controlas la fuente de tu seguridad, ¿adivina qué?
No es realmente seguridad, es solo una ilusión de seguridad.
A lo largo de los años, mi padre rico se aseguró de que su hijo Mike y yo siempre estuviéramos al tanto del precio de algo. Mi padre pobre me aconsejaría encontrar “un trabajo seguro”. Mientras que padre rico me diría: “Recuerda, la seguridad tiene un precio”.
Cuando le pregunté cuál era ese precio, él me respondió:
“Para la mayoría de las personas, el precio de la seguridad es la libertad personal. Y sin libertad, muchas personas pasan la vida trabajando por dinero, en lugar de vivir sus sueños. Para mí, vivir la vida sin alcanzar mis sueños es un precio demasiado alto a pagar a cambio de seguridad”.
Y sobre los impuestos, me decía:
“Las personas que buscan tener seguridad por sobre la libertad pagan más en impuestos. Es por eso que las personas que tienen empleos seguros y protegidos pagan más impuestos que las personas dueñas de las empresas que proveen esos empleos”.
Pasé unos días pensando en ese comentario, dejando que la magnitud de la idea hiciera efecto. La próxima vez que vi a mi padre rico, le pregunté: “¿Entonces tengo que elegir entre seguridad o libertad? En otras palabras, ¿eso significa que puedo tener una, pero no la otra?
Mi padre rico se rió, al darse cuenta de lo mucho que había pensado en su comentario. “No”, respondió, todavía riendo entre dientes.
“No tienes que tener una u otra. Puedes tener las dos”.
Seguridad y libertad
“¿Quieres decir que puedo tener seguridad y libertad?”, pregunté.
“Claro”, dijo. “Yo tengo ambas.”
“Entonces, ¿por qué dices que para la mayoría de las personas el precio de la seguridad es la libertad personal?”, pregunté. “¿Cómo puedes tener ambas cuando dices que la mayoría de las personas solo pueden tener una? ¿Cuál es la diferencia?”
“El precio”, deslizó mi padre rico.
“Siempre te he dicho que todo tiene un precio. La mayoría de las personas están dispuestas a pagar el precio a cambio de seguridad, pero no están dispuestas a pagar el precio por la libertad. Es por eso que la mayoría accede a solo una de las dos. Sólo tienen una o la otra”.
“¿Y tú por qué tienes tanto seguridad como libertad?”, preguntó Mike, quien acababa de entrar en la habitación y solo había escuchado una parte de la conversación.
“Porque pagué el doble del precio”, dijo mi padre rico.
“Estaba dispuesto a pagar el precio tanto por la seguridad como por la libertad. No es diferente a tener dos autos. Digamos que necesito un camión, pero también quiero un auto deportivo. Si quiero ambas cosas, pago el doble del precio. La mayoría de la gente pasa por la vida pagando por uno u otro, pero no por ambos.”
“Así que hay un precio por la seguridad, y hay un precio por la libertad”, dije. “Y pagaste el precio por ambos”. Repetí lo que mi padre rico acababa de decir para que la idea resonara en mi cabeza.
Mi padre rico continuó:
“Y por qué alguien que solo busca seguridad nunca se siente realmente seguro. O por qué alguien que busca inversiones de bajo riesgo nunca siente que invertir es seguro, y por qué alguien que siempre tiene la razón, finalmente termina estando equivocado. Es porque pagan el precio por solo una parte de la ecuación, pero no por el total. Violan la ley universal”.
Mike intervino: “Es por eso que se necesitan dos personas para tener una pelea. Y para ser un buen detective, también tienes que ser un buen ladrón. Para disminuir el riesgo, hay que tomar otros riesgos. Para ser rico, tienes que saber lo que es ser pobre. Para saber qué es una buena inversión, también hay que saber qué es una mala inversión”.
¿Qué pasa con el riesgo?
“Y es por eso que la mayoría de la gente dice que invertir es arriesgado”, agregué. “La mayoría de la gente piensa que, para invertir de forma segura también debe reducir el retorno de su inversión. Es por eso que tantas personas ponen su dinero en una cuenta de ahorros. Lo ponen por seguridad y están dispuestos a recibir menos intereses a cambio de esa seguridad. Pero su dinero está siendo devorado por la inflación. Y los intereses sobre tu dinero se gravan a una tasa alta. Así que esa idea de seguridad y dinero en el banco no es una idea tan segura”.
Mi padre rico estuvo de acuerdo.
“Tener dinero en el banco es mejor que no tenerlo allí, pero tienes razón al decir que no es tan seguro como a muchos les gustaría pensar. Hay un precio por esa ilusión de seguridad”.
Mike giró hacia su padre y le dijo: “Siempre has dicho que es posible tener inversiones de bajo riesgo con rendimientos muy altos”.
“Sí”, fue su respuesta.
“Es relativamente fácil tener seguridad y aun así obtener un retorno del 20% al 50% sin pagar mucho en impuestos o usar mucho de tu propio dinero, si sabes lo que estás haciendo”.
“Entonces, lo que nos estás diciendo ahora”, dijo Mike, “es que el precio que pagaste fue más alto de lo que un inversor promedio está dispuesto a pagar”.
Mi padre rico asintió.
“Siempre recuerden que todo tiene un precio, y ese precio no siempre se mide en dinero”.
Saludos,
Robert Kiyosaki
Robert Kiyosaki, autor del bestseller Padre Rico Padre Pobre y otras 25 guías financieras, ha desarrollado su carrera trabajando como educador financiero, empresario, exitoso inversor, magnate de bienes raíces y orador motivacional, mientras dirige Rich Dad Company.