No todo fue champagne y caviar en Davos este año. Las élites deben enfrentarse a importantes desafíos globales…
Por Nomi Prins
Se acabó. Los jets privados levantaron vuelo y la élite global se retiró una vez más de lo que es la versión más glamorosa de un campamento de esquí de invierno –la versión de los ricos y poderosos.
Es, como todos los años, el extravagante encuentro anual de cinco días del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) que se lleva a cabo cada enero en la exclusiva ciudad de Davos, Suiza.
Todos los años los actores que forman parte del WEF seleccionan un tema que será el foco del evento, reuniendo así unos 3.000 participantes que van desde funcionarios públicos y ejecutivos de empresas privadas, hasta las pocas organizaciones que realmente ayudan a mejorar el mundo que estas élites destruyeron en primer lugar.
El tema de este año es “Globalización 4.0”, o la revolución digital. La idea de fondo tiene que ver con la potencial toma de control de los puestos de trabajo por parte de la tecnología y analizar el impacto que las potencias mundiales están teniendo sobre los países menos desarrollados en el proceso.
Aun cuando el foco central está puesto en el futuro, el presente es igual de preocupante, si no es que más.
La desconexión que existe entre las personas del mundo real y las corporaciones es ejemplo de ello: para poder codearte con la élite global en Davos bajo el rol de CEO de una compañía, necesitas pagar una membresía de 600.000 francos suizos –justo en este momento de paridad, poco más de US$ 600 mil.
Los líderes gubernamentales como la canciller alemana Angela Merkel, elpresidente de Brasil, Jair Bolsonaro y el vicepresidente de China, Wang Qishan hicieron acto de presencia en el encuentro. Importantes personalidades del mundo de los negocios como el cofundador de Microsoft, Bill Gates, y el CEO de JPMorgan Chase, Jamie Dimon, también formaron parte de la actividad.
Sin embargo, a pesar de que los actores asistentes probablemente promoverán sus logros en estos días post-Davos, lo que se esconde detrás de los Alpes prístinos nevados es un oscuro presentimiento de inestabilidad e inseguridad.
Casi todas las proyecciones establecidas a nivel internacional sugieren una desaceleración económica.
Reporta Bloomberg:
“Las empresas están presentando su postura más pesimista desde 2016, ya que los datos económicos no están al nivel de las expectativas y los riesgos políticos aumentan en el marco de una guerra comercial internacional, elcierre del gobierno de los Estados Unidos y el Brexit”.
La lista de quienes no asistieron al foro incluyó al presidente estadounidense, Donald Trump, a la primera ministra del Reino Unido, Theresa May y elmandatario francés, Emmanuel Macron. Estos líderes están muy ocupados lidiando con problemas políticos complejos en sus propios frentes como para ir a esta clase de encuentros.
Ahora, ¿qué nos dejó esta versión?
A continuación, tres aspectos destacados:
1. Desaceleración del crecimiento económico
Las señales de una ralentización del crecimiento económico a nivel mundial continúan en aumento. Actualmente estamos viendo este comportamiento tanto en los países emergentes como en los más desarrollados. Las métricas más débiles de los esperado provenientes de Estados Unidos, China, Japón y Europa están generando preocupaciones sobre las perspectivas globales para 2019.
Muchos de los principales actores del mercado están cayendo en cuenta de las turbulencias que se avecinan. Goldman Sachs, firma en la que solía trabajar, pronostica una desaceleración económica en Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha revisado a la baja sus estimaciones de crecimiento para el país este año, de 2,8% en 2018 a 2,5%. El organismo considera que la economía del Tío Sam se verá afectada por una desaceleración en sus principales socios comerciales, situación que puede incluso agudizarse en 2020.
El FMI también destaca la presión que generan las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China y la creciente disfunción en las relaciones de la primera economía del mundo y sus principales socios –entre los que figura Europa- como factores que dan paso a la desaceleración.
En vista de que las economías mundiales se están volviendo cada vez más dependientes unas de otras, los problemas de una pueden tener consecuencias generalizadas sobre el resto.
Esto ya lo hemos visto antes: el colapso del banco de inversión estadounidense Lehman Brothers desató una crisis financiera internacional en 2008. Y este tipo de interconexión no ha hecho otra cosa que intensificarse. La realidad es que puede que en este momento estemos enfrentando amenazas mucho más serias de las previstas hasta ahora, lo que desencadenaría un nuevo colapso financiero o crediticio.
Es probable que China sea el punto cero a partir del cual tenga lugar la desaceleración económica. Los datos más recientes del Gigante Asiático indican que gran parte del PIB y la actividad comercial que normalmente debería contemplarse en el primer trimestre de 2019, se introdujo en el último trimestre de 2018 para “atenuar” el impacto del incremento de los aranceles.
Es posible que el fenómeno en cuestión también tenga lugar en Estados Unidos. Si esta tendencia se convierte en una bola de nieve, veremos un deterioro rápido en las cifras macroeconómicas globales en los próximos meses.
2. Saturación de la deuda
Desde donde se mire, los niveles de deuda pública, corporativa e individual en todo el mundo se encuentran en máximos históricos. Las últimas cifras de la Reserva Federal de Nueva York señalaron que la deuda hipotecaria, de préstamos y tarjetas de crédito en Estados Unidos ronda los US$13,5 billones. Esa deuda ha aumentado durante 17 trimestres consecutivos.
En este preciso momento, los niveles de financiamiento están por superar a los alcanzados justo antes de que la crisis financiera de 2008 se desatara.
Además, la deuda mundial se ubicó en US$ 247 billones para el primer trimestre de 2018. Para mediados de año, el ratio de Deuda/PIB global excedía el 318%. Eso significa que para producir un dólar de crecimiento, se necesitan tres dólares de deuda.
Después de una década de tasas de interés bajas, cortesía de la Fed y otros bancos centrales, el valor total de la deuda global no financiera, tanto pública como privada, aumentó en un 60% para alcanzar un récord de US$182 billones.
Por si fuera poco, la calidad de esa deuda ha continuado deteriorándose, siendo esto el condimento ideal para un escenario de alto riesgo. En Wall Street, ya están disfrazando la deuda mediante la colocación de préstamos más pequeños y más riesgosos o “apalancados” en activos más complejos. Es la misma fórmula desastrosa que se aplicó en la crisis subprime de 2008.
Actualmente, instituciones como Moody’s y S&P Global finalmente están advirtiendo sobre estos préstamos apalancados y las Obligaciones de Préstamos Garantizados (CLO) que Wall Street está creando a partir de ellos.
Las emisiones de CLO en Estados Unidos han aumentado más de 60% desde 2016. Desafortunadamente, no sería una sorpresa que en Wall Street comiencen a proponerse estándares aún más flexibles sobre estos activos de riesgo. La idea es que los bancos más grandes puedan volver a colocar activamente préstamos apalancados de alto riesgo en títulos dudosos mientras sea posible.
Si las tasas aumentan o el crecimiento económico se deteriora, también lo harán estos préstamos y los CLO que los contienen, lo que podría provocar una nueva crisis crediticia este año.
3. Disminución de las ganancias corporativas
Con la temporada de ganancias en curso, es posible que los resultados reales no guarden relación alguna con reportes y proyecciones pasadas. Lo que aprendí de mi tiempo trabajando en Wall Street es que esto es una especie de ritual o danza que ocurre entre los analistas financieros y las corporaciones.
Lo que hay que tener claro es que las compañías siempre van a querer maximizar el precio de sus acciones.
Existen varias maneras de lograr esto. Una de ellas, es por medio de la recompra de acciones, actividad que hemos visto llegar a niveles récord recientemente. Este proceso recibió impulso a partir del recorte impositivo de Trump, lo que permitió a las firmas emplear el dinero ahorrado para tal fin. También jugó un papel fundamental el estímulo artificial proporcionado por la Fed y lo que yo llamo su estrategia de “dinero oscuro”.
Otra forma es reducir las expectativas de ganancias. De esa manera, incluso si elbalance financiero de una empresa no es positivo, los resultados terminan siendo mejores de lo previsto, lo que da a las acciones un empujón en respuesta. Sin embargo, esa suba puede estar seguida por una caída, una vez que se asimila que la firma reportó números débiles.
La tercera manera es simplemente tener un buen desempeño en sus negocios. Sin embargo, esto se torna difícil en un contexto de desaceleración económica. Además, es mucho más complicado teniendo en cuenta la incertidumbre de la escena geopolítica actual, a raíz de la gran cantidad de procesos electorales clave que se llevarán a cabo en todo el mundo en los próximos meses.
Estas tres preocupaciones fueron las que sobrevolaron Davos este año. Se espera que los mercados internacionales sigan muy de cerca los comentarios provenientes de esta ciudad. Las caídas severas y una mayor volatilidad en la Bolsa podrían tener lugar si cualquier retórica sombría fluye del WEF.
Bonus: ¿Cuál será la reacción de la Fed?
“Lista para hacer lo necesario”, es la respuesta. En días pasados, un funcionario importante del banco central estadounidense señaló que el crecimiento económico podría estar desacelerándose. Esto significaría que la Fed debería, como dijo Powell, ajustar su plan de aumentar las tasas de interés “gradualmente” y llevarlo a un ritmo más lento según se desenvuelva la dinámica.
De hecho, el presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, John Williams, utilizó la nueva frase de moda de Powell, “dependencia de los datos”, para indicar que la entidad estaría vigilando más la economía. Si bien no lo dijo explícitamente, en gran parte ha quedado claro que los mercados están determinando la política de la Fed.
De acuerdo con mi propio análisis, junto con las reuniones de alto nivel en DC, veo razones de peso para creer que la Fed abandonará su postura agresiva. Y es que además de las alarmas que continúan sonando, existe un sinfín de razones para bajar las revoluciones: guerras comerciales, desaceleración de las condiciones económicas mundiales y la volatilidad del mercado.
En este momento, los traders otorgan apenas un 15% de probabilidad a otra suba de tasas para junio. Hace solo tres meses, esas probabilidades eran del 45%.
Veremos aún más la volatilidad del mercado con movimientos alcistas provenientes de declaraciones cada vez más moderadas emitidas por la Fed y otros bancos centrales. También presenciaremos resultados a la baja, a partir del estado de la economía global junto con presiones geopolíticas. Eso significa que habrá oportunidades para aquellos que mantenga la calma ante las confusiones que se generaran como producto de las reacciones del mercado en función de las noticias.
Saludos,
Nomi Prins
Nomi Prins es una autora, periodista y conferencista. Es editora de Nomi Prins’ Dark Money Millionaire para Agora Financial en Estados Unidos y colaboradora de Jim Rickards en Inteligencia Estratégica para Agora Publicaciones en el mundo de habla hispana. Trabajó como directora administrativa en Goldman-Sachs y Directora de Administración Senior en Bear Stearns, además de ser estratega senior en Lehman Brothers y analista en Chase Manhattan Bank.