La combinación de crecimiento lento o negativo, así como la deuda a niveles sin precedentes, son los ingredientes perfectos para una nueva crisis de deuda. ¿Los riesgos? Esto fácilmente podría dar pie a una crisis financiera global.
Por Jim Rickards
En 2017 la escena financiera estaba saturada del discurso en torno al “crecimiento sincronizado y sostenible” en las economías más importantes del mundo, por primera vez desde la crisis de 2008. Eran las élites mundiales, entre ellas Christine Lagarde, la líder del FMI, quienes se jactaban de esa expansión armónica.
Ahora esa idea ha pasado a mejor vida. El crecimiento sincronizado y sostenible se ha transformado en una contracción global simultánea. El crecimiento ha alcanzado cifras negativas en dos de las economías más grandes del mundo, Japón y Alemania. Al mismo tiempo, en las dos economías más grandes, China y Estados Unidos, el crecimiento está cayendo estrepitosamente.
Puede que China reporte un crecimiento de más o menos un 6,8% en su PIB, pero cuando todos sacamos de la ecuación toda la grasa de su economía, el crecimiento real probablemente sería más cercano al 4,5%. Sí, eso sigue representando una expansión, pero no alcanza como para sostener la enorme sobrecarga de deuda de China. Sus obligaciones de pagos están creciendo más rápido que la economía, y su ratio deuda-PIB es incluso peor que el de Estados Unidos.
Para darle dimensión a todo esto, pensemos que China tenía alrededor de US$ 2 billones de deuda en 2000. Hoy en día, esa cifra ha saltado a aproximadamente US$ 40.000 millones. Estamos hablando de un incremento exponencial del 2,000% en menos de 20 años.
Al otro lado del mundo, el crecimiento también se está desacelerando en los Estados Unidos. La recuperación de 2009-2018 ha sido la más débil en la historia del país, a pesar de uno que otro trimestre sólido. Y por si fuera poco, no hay ninguna razón real para pensar que las cosas mejorarán de aquí en más.
El PIB se expandió un 3,5% el último trimestre, lo que en teoría parece muy positivo. Sin embargo, la tendencia es negativa. Desde abril de este año, hemos visto un crecimiento del 4,2% en el segundo trimestre y del 3,5% en el tercero. Esta tendencia confirma en cierta medida que el crecimiento de 2018 fue algo temporal gracias a los recortes impositivos de Trump que, recordemos, no se repetirán. Y es probable que el PIB del cuarto trimestre esté por debajo del que vimos en el tercer trimestre.
Goldman Sachs, por ejemplo, proyecta que la expansión del PIB en el cuarto trimestre será del 2,5%. Además, estima que caerá a un 2,2% para el segundo trimestre de 2019, y a 1,6% para fin de ese año.
La desaceleración global del tipo que estamos viendo ahora es acentuada por las crecientes guerras comerciales y la nueva Guerra Fría entre los Estados Unidos y China. Pero si bien el crecimiento global está desacelerándose, la emisión de deuda nueva no lo está.
El problema cruza todas las fronteras
Hasta ahora solo hablé de China. Pero la realidad es que esto va mucho más allá. Según el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas en inglés), la deuda total de las economías a las que les hace seguimiento (que son tanto maduras como emergentes) aumentó a la cifra récord de US$ 247.000 millones en el primer trimestre de 2018. Eso es un 11% más que lo visto en el mismo período de 2017.
Ahora, el IIF reporta que para generar US$ 1,3 billones de PIB global, se requirió la cifra récord de US$ 8 billones de deuda nueva. Entonces, la tendencia es clara: las enormes cantidades de deuda destinadas a estimular el crecimiento se acumulan día a día. Y sin embargo, la expansión económica está bajando las revoluciones. Mientras tanto, gran parte de la deuda tomada desde 2009 sigue en los libros de la comunidad internacional.
Esta crisis está a un paso en falso de desencadenarse con toda su furia. La combinación de crecimiento lento o negativo, así como la deuda a niveles sin precedentes, son los ingredientes perfectos para una nueva crisis de deuda, que fácilmente podría dar pie a una crisis financiera global.
En algunas zonas de China, los precios de las viviendas se están cayendo en un 30%. Y por si fuera poco, The Wall Street Journal reporta que las ventas de automóviles en octubre cayeron un 12% año a año. La Bolsa china también se ha venido abajo un 25% en lo que va del año, un claro mercado bajista.
No hay razón para pensar que estos problemas limitarán al Gigante Asiático. Como aprendimos en 2008, la transición de condiciones positivas a negativas puede darse de la noche a la mañana, y se puede propagar rápidamente.
La Fed en el centro de la cuestión
Sin embargo, las cosas empeoran aún más por las políticas de endurecimiento monetario de parte de la Reserva Federal.
La Fed está tratando de “normalizar” las tasas de interés. Está decidida a mantener estos ascensos en los tipos hasta que su cifra oficial sea del 4% a principios de 2020. Además, está lista para otro incremento más este 19 de diciembre. El banco central sigue viendo un crecimiento sólido y espera inflación, basando todo su pronóstico en el hecho de que el desempleo está en su punto más bajo en casi 50 años.
Sin embargo, esta postura es altamente engañosa.
El verdadero propósito de los aumentos de tasas es preparar a Estados Unidos para una nueva recesión. Los estudios muestran que se necesita recortar los tipos un 4% para sacar a los Estados Unidos de una recesión. ¿Cómo sería eso posible si las tasas son solo del 2,25%, el nivel actual?
La respuesta: no puedes. Si la recesión comenzara hoy y la Fed redujera las tasas a cero, no sería suficiente para detenerla.
Por otro lado, la Reserva Federal también está reduciendo sus balances por medio del “endurecimiento cuantitativo” (QT). Hace eso dejando de refinanciar sus posiciones en vencimiento con bonos del Tesoro estadounidense.
De 2008 a 2014, imprimió US$ 3,7 billones de dinero nuevo bajo el estandarte de la “flexibilización cuantitativa” o QE. Sin embargo, tras bambalinas, la Fed también está reduciendo la oferta monetaria base con un proceso QT, a fin de reducir sus balances desde los US$ 4 billones a US$2,5 billones para fines de 2020.
La evidencia sugiere que el impacto del QT es equivalente aproximadamente a otro aumento del 1% anual en las tasas. Esto significa que la combinación de alzas en las tasas nominales y el proceso QT equivale a aumentos del 2% anual, y comenzando desde una base extremadamente baja. En otras palabras, la Reserva Federal se está ajustando más de lo que cree, y probablemente causará una recesión o algo peor cuando se dé cuenta de su error.
El problema, es que las políticas de la Fed están aisladas del mundo, cuando al mismo tiempo es el banco central más influyente del mundo. El endurecimiento ha obligado a otros bancos centrales a endurecer o al menos frenar su proceso de flexibilización, a fin de que las entidades coincidan.
Tal fenómeno global se nota claramente el gráfico que te mostraré a continuación. Éste combina el QE y el QT del Banco de Inglaterra, el Banco de Japón, la Fed y el Banco Central Europeo, marcando con colores las contribuciones individuales de cada entidad.
El QE1 de la Fed (2008), el QE2 (2010) y el QE3 (2012) se destacan claramente en los tres máximos azules. El Banco de Inglaterra también tuvo tres rondas de menor magnitud, señalizadas como tres olas verdes desde 2010 a 2016. El Banco de Japón comenzó tarde, en 2011, pero desde entonces no ha dado marcha atrás, tal y como muestra en la ola roja. Finalmente, la ola gris es del Banco Central Europeo. También llegaron tarde a la fiesta, pero compensaron su tardía con volumen de sobra:
Ahora, lo importante de este cuadro no es de dónde venimos, sino hacia dónde vamos. La Reserva Federal ya está en territorio negativo (la ola azul debajo de la línea “0” a partir de 2018). El Banco de Inglaterra se mantiene neutral, pero también está listo para entrar en el rojo. Los otros dos bancos centrales siguen siendo positivos, pero muestran una tendencia bruscamente bajista; el Banco Central Europeo caerá en el rojo en 2019, de acuerdo con los planes actuales.
La línea de tendencia negra muestra la sumatoria de los cuatro bancos centrales. En 2018 la tendencia se desplomó principalmente debido a la Reserva Federal y se volverá negativa en todo el mundo en 2019. En poco tiempo, tendremos que actualizar esa caricatura política con Jay Powell metiendo dinero en un horno; habrá para incluir a sus colegas Mark Carney, Mario Draghi y Haruhiko Kuroda.
Si ocurre otra crisis, la Fed reducirá las tasas a cero. Pero no será suficiente. Será entonces que tendrán que abandonar QT y volver a un QE4. Y otros bancos centrales seguirán el ejemplo de la Fed.
El mercado ve esto venir, pero la Reserva Federal no. Como de costumbre, la Fed será la última en enterarse. Los inversores deben prepararse ahora para el inevitable desplome que se aproxima.
Puedes comenzar distribuyendo tu capital hacia el efectivo y el oro.
Saludos,
Jim Rickards
Jim Rickards es editor de Inteligencia Estratégica para Agora Publicaciones.