A veces el que gana no es el más listo, sino el más loco. Un inversor no puede predecir todos los resultados y lo mejor que puedes hacer es distribuir tu portafolio de una forma que esté blindado para todos los resultados.
Por Jim Rickard
Un tema que ha recibido mucha atención últimamente es lo que algunos llaman la “teoría negociación del loco”, algo que por estos días está en el centro de la escena a partir de las negociaciones comerciales entre Trump y Xi Jinping que se dieron fin de semana pasado en Buenos Aires, Argentina.
Esta teoría dicta que un participante racional intentando optimizar el resultado de una negociación, puede beneficiarse si logra convencer al otro lado de que en realidad no está muy bien de la cabeza.
Esta supuesta inestabilidad mental toma al otro por sorpresa, a la vez que cofunde su capacidad analítica. Entonces, tal confusión puede ser explotada para poner las cosas a favor del presunto loco.
Un ejemplo simple podría ser un juego de ajedrez, el juego definitivo a la hora de tomar decisiones racionales.
En el ajedrez tenemos el lado blanco y el lado negro; el blanco comienza. Quien empiece podría abrir con una apertura tradicional. El lado negro ve esta jugada común y hace su primer movimiento en base a éste. El que empezó entonces evalúa la estrategia del segundo, y puede o continuar con su plan de ataque original o ajustarlo según sea necesario.
Desde allí, el juego sigue, con jugadas racionales una tras otra hasta que termine.
Ahora bien, supongamos que, en cambio, el lado negro simplemente levanta el brazo y tira todas las piezas del tablero al suelo, mira al otro jugador y dice: “Te toca, amigo”. Aquí tenemos la teoría del loco en todo su esplendor.
En mis más de cuatro décadas de carrera como abogado, me he topado con muchos negociadores locos. No es mi forma de hacer las cosas, pero sí lo he visto en acción. Ya quedó en la historia de la infamia la manera en cómo Goldman Sachs se puso difícil justo cuando negociaban el rescate de LTCM en 1998.
Nadie me lo contó, lo vi con mis propios ojos.
En ese entonces, Goldman tiró sobre la mesa una oferta para comprar LTCM, firmada por Warren Buffett y Jon Corzine, mientras que la gente de Corzine estaba en la Reserva Federal haciéndose los simpáticos con el consorcio de Wall Street.
Esa táctica descabellada por poco funciona, solo que el abogado de Buffett no logró contactarse con él por teléfono para aprobar algunos cambios finales en el documento (en ese momento Buffett estaba en un viaje de pesca en Alaska con Bill Gates, y no tenía señal para hablar por celular).
Cuando me tocó hablar le dije al abogado de Buffett: “No hay trato” y volví al plan de la Reserva Federal.
Aun así, las tácticas del “loco” pueden ser muy productivas. Si tienes un objetivo específico en mente y estás lidiando uno de estos locos, podrías decirte a ti mismo: “Ok, este tipo está loco. ¿Qué se necesita para tranquilizarlo, llevarlo de vuelta a la mesa y hacer un trato con el que ambos podamos vivir?”
El loco también consume tiempo y energía, porque tus cálculos y tu progreso anterior a menudo terminan no valiendo nada. Literalmente te desgasta poco a poco.
La clave para tratar con un negociante loco es la paciencia. Tu arma más poderosa será dejar de un lado la discusión. Así es como le das un giro al trato y eres tú quien termina desgastando al otro.
El mundo está loco, loco, loco…
Uno de los mayores desafíos para los inversores de hoy en día es que hay muchos de estos locos dando vueltas.
Tenemos al Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, al Líder Supremo de Corea del Norte, Kim Jong Un, al Primer Ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y el Ayatollah Ali Khamenei de Irán.
Hay otros líderes mundiales que caen en el campo de los racionales (más mi estilo), como el Presidente ruso, Vladimir Putin, el presidente chino, Xi Jinping, y la canciller alemana, Angela Merkel. Claro que el problema con esta mezcla de locos y racionales es que nunca se sabe en qué momento caerán al suelo las piezas de ajedrez.
El presidente Richard M. Nixon y el presidente Donald J. Trump han mostrado el llamado “estilo de negociación del loco”. La idea es actuar erráticamente, a fin de mantener a los oponentes desbalanceados y dar la impresión de que pueden recurrir a medidas extremas si no obtienen lo que quieren.
Estas tácticas tienen un largo historial.
Por ejemplo, durante la Crisis de los misiles en Cuba de 1962, el presidente John F. Kennedy llevó al mundo al borde de la aniquilación nuclear con una amenaza totalmente creíble de que atacaría a Rusia.
El presidente Nixon conmocionó al mundo con su visita a China en 1972, después de décadas de aislamiento entre ese país y Estados Unidos y una larga carrera de Nixon como un provocador anti-comunista.
El presidente Reagan literalmente se levantó y salió de la sala en su cumbre nuclear de 1986 con Gorbachov, de la Unión Soviética, en Reykjavik, Islandia. El mundo no sabía si Reagan estaba de volviendo a Washington para ordenar un primer ataque.
Todas estas tácticas descabelladas funcionaron.
Rusia retiró sus misiles de Cuba en 1962. Estados Unidos usó sus nuevas relaciones internacionales con China después de 1972 para aislar a Rusia y ganar la Guerra Fría. Gorbachov y Reagan regresaron a la mesa con una Unión Soviética más dispuesta a firmar tratados importantes una vez que entendieron que Estados Unidos decidió no estar más en desventaja.
Sin embargo, hay una diferencia crucial entre los locos de ayer y los de hoy.
Kennedy, Nixon y Reagan eran todos negociadores inteligentes y experimentados (el primero menos que los otros dos), asesorados por los mejores estrategas de la época. Por dentro eran sumamente racionales, pero se dieron cuenta de que, tácticamente hablando, la posición del loco era útil en ciertas ocasiones.
En resumen, no eran lunáticos sin remedio.
Pero hoy en día no es tan fácil decir lo mismo. Trump y los otros nuevos líderes irracionales usan posturas ilógicas casi a tiempo completo. Son impulsivos y no parecen escuchar el consejo de los expertos. Esto hace que sea más difícil detectar sus objetivos reales, y le dificulta a los jugadores racionales ver qué es lo que esconde la farsa (o siquiera si es que existe tal farsa).
Ahora no es que las piezas de ajedrez terminen en el suelo de vez en cuando; más o menos están siempre allí.
Trump llamó a Kim Jong “rocket man” y lo amenazó con “fuego y furia”. Kim llamó a Trump “vejestorio” y amenazó con la aniquilación nuclear de los Estados Unidos. El ayatolá Jamenei grita “¡muerte a Estados Unidos” en eventos masivos cuando al mismo tiempo Netanyahu amenaza con destruir los centros de enriquecimiento de uranio iraní ni bien enciendan el lavarropas.
El acuerdo nuclear de Irán que involucra a los Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia, China y Alemania tardó dos años en negociarse y se vino abajo en dos segundos cuando Trump firmó una orden ejecutiva.
Asimismo, los aranceles estadounidenses a las exportaciones chinas se anuncian, se retrasan, se retiran y se vuelven a imponer en cuestión de semanas.
Quizás esta postura desemboque en resultados beneficiosos. Cierto es que la desnuclearización de Corea del Norte e Irán y el fin de las prácticas comerciales desleales por parte de China convertirían al mundo en un lugar más seguro y próspero.
De todos modos, los riesgos son colosales. Cualquier estudioso de la teoría de juegos te dirá que los escenarios más fáciles de analizar son aquellos con dos partes racionales, reglas claras y líneas de comunicación efectivas entre los involucrados. Cada movimiento tiene una lógica perceptible.
Cuando uno de los jugadores se vuelve loco, analizar el juego se vuelve más difícil. Las cosas empeoran aún más cuando hay más partes involucradas. La matemática básica nos dice que las probabilidades de que haya un error no se dan por situaciones entre dos partes, sino por la transición de un juego de dos, a uno de varias partes.
Cuando el número de jugadores aumenta de dos a tres, cuatro o cinco, los riesgos de un error en los cálculos no crecen de manera lineal; lo hacen exponencialmente. Los riesgos de resultados desastrosos son exorbitantes.
Lo que sucede con los misiles de Corea del Norte afecta a Irán. Lo que sucede con el comercio de Estados Unidos y China afecta a Corea del Norte, y así sucesivamente. Es todo un gran juego de estrategia.
Este es el mundo en el que vivimos; acostúmbrate. La volatilidad y los choques geopolíticos (si no es que enfrentamientos reales) están aquí para quedarse. Un inversor no puede predecir todos los resultados y lo mejor que puedes hacer es distribuir tu portafolio de una forma que esté blindado para todos los resultados.
Y una de las mejores formas de hacer eso es con efectivo y oro.
Jim Jickards,
Jim Rickards es editor de Inteligencia Estratégica para Agora Publicaciones.