“Nadie sabe con exactitud cuándo llegará la próxima crisis, pero hay varias señales que apuntan a que se está acercando”…
Por Nomi Prins
Aunque parezca que sucedió ayer, lo cierto es que ha pasado una década desde que mi ex-empleador, Lehman Brothers, cayó en bancarrota, desatando una crisis financiera global.
La crisis puso a la Reserva Federal en una misión para, según dicen ellos, salvar la economía de un colapso absoluto. De hecho, el rescate de los bancos estadounidenses, mediante la impresión de 4,5 billones de dólares para comprar bonos del Tesoro e hipotecarios a bancos privados, hoy en día sigue siendo el subsidio más grande de la historia del país.
De cierto modo, parece que ahora estamos mucho mejor que antes. El empleo está a niveles récord en varias naciones fuera de la Eurozona. El crecimiento económico global ha retomado su ritmo y la Bolsa como un todo se ha recuperado.
En efecto, los mercados del mundo han regresado o han recuperado sus antiguos máximos históricos. Asimismo, los precios de los activos están yendo al alza.
Sin embargo, eso solo nos cuenta la mitad de la historia. La última crisis financiera giró en torno a la deuda, y los niveles de ésta en realidad han crecido sustancialmente desde 2008. Toda la “recuperación” se basó enteramente en la deuda.
De sus cifras pre-crisis en torno a 179%, el ratio global deuda-PIB ha saltado hasta el 217% hoy. Las compañías y gobiernos han acumulado más deuda que antes. La deuda de los mercados emergentes, área en la que lideran los chinos, también ha subido a niveles históricos. Los bancos más grandes solo han crecido y crecido, y siguen siendo “demasiado grandes como para caer”.
La solución definitiva para evitar una nueva crisis es eliminar toda esa deuda. La razón, es que si las tasas de interés siguen escalando puede haber problemas en lo que refiere al saldo de obligaciones de pago. Esto sería seguido de defaults, y luego una crisis a medida que estos impagos se esparcen como una epidemia. Pero la realidad es que no hay una fórmula mágica para lograr eso.
Para empezar, debes saber que no hay dos crisis iguales. La más reciente llegó en un contexto de altísimos niveles de financiamiento, así como políticas de flexibilización cuantitativa por parte de la Fed. El crédito del banco central, algo que llamo “dinero oscuro”, tenía una tendencia a ir a los bolsillos de los ricos o a los activos financieros.
El “dinero oscuro” del que hablo viene de los bancos centrales. En esencia, estas entidades monetarias “imprimen” dinero o lo crean electrónicamente mediante la compra de bonos o acciones. Para ello, emplean herramientas como políticas de ajuste de en las tasas de interés y acuerdos de divisa con otros bancos centrales, todo en función de inyectar liquidez al sistema financiero.
El dinero oscuro llega primero a los bancos centrales e instituciones financieras más grandes. Desde allí, se distribuye en virtualmente infinitas direcciones, afectando diferentes activos de varias formas.
El dinero oscuro es el sustento secreto #1 de los mercados financieros arreglados que existen en la actualidad. Es lo que impulsa la Bolsa al alza o a la baja –y es la razón por la que hoy en día existen burbujas financieras.
En Wall Street, el conocimiento y acceso al dinero oscuro se traduce en billones de dólares que todos los años fluyen dentro y fuera del contexto accionario, de bonos y de derivados a nivel global.
Ahora, una década después de la crisis financiera, se están acumulando problemas importantes en torno al torrente de deuda que se desprendió de la política de flexibilización cuantitativa.
Cuando nuestros mercados burbuja finalmente cedan ante la presión, los primeros en la fila serán los mercados de deuda. Ya sea que la burbuja financiera comience a reventar en los mercados emergentes, en sectores corporativos sobre-apalancados o por consumidores sobre-extendidos, lo cierto es que ahora mismo se está formando una tormenta.
Estos son los ingredientes para otra crisis. Pero mientras eso ocurre, hay que traer a colación un artículo reciente que compila diez señales de que habrá una recesión para el año 2020.
Escrito por Nouriel Roubini, profesor en la Facultad de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York (NYU) y CEO de Roubini Macro Associates, y Brunello Rosa, co-fundador y CEO de Rosa & Roubini Associates, el escrito muestra por qué 2020 podría ser el año de la próxima crisis financiera.
Los posibles detonantes van desde variables económicas hasta geopolíticas. Los autores postulan que “la expansión global actual probablemente se mantendrá hasta el año entrante, considerando que Estados Unidos actualmente tiene déficits fiscales importantes, China está optando por políticas fiscales y crediticias bastante relajadas y Europa se mantiene en el camino a la recuperación”.
Sin embargo, se cree que después de eso las condiciones llevarán a una crisis financiera, seguida de una recesión global. Existen cuatro razones principales para este planteamiento:
Para 2020, “un baja fiscal modesta arrastrará el crecimiento del 3% al 2%”.
Las guerras comerciales de Trump “muy probablemente subirán de nivel, llevando a menos crecimiento y más inflación” a nivel mundial.
Es muy posible que el crecimiento fuera de Estados Unidos baje las revoluciones –especialmente si más países responden al proteccionismo estadounidense. Además, China tendría que disminuir su crecimiento para reducir su nivel de “apalancamiento excesivo”, todo en función de evitar un “aterrizaje forzoso”.
Por su parte, los mercados emergentes podrían verse afectados por la amenaza doble de las guerras comerciales y el fortalecimiento del dólar.
Si se llegara a dar una corrección, “el riesgo de iliquidez y undershooting se agravará”. Eso podría resultar en trading de alta frecuencia/algorítmico que lleve a “desplomes relámpago” y que en consecuencia, podría hacerle daño a los fondos cotizados y mutuos.
La diferencia principal entre ahora y la crisis de 2008, es que actualmente los balances de los bancos centrales son sustancialmente más altos. Esta vez, simplemente no tienen espacio para dar rienda suelta a la misma cantidad de flexibilización.
Ahora, J.P. Morgan Chase, otro de mis ex-empleadores, ha detectado un problema. La próxima crisis podría ser tan grave, que un reporte de JPM sugiere lo siguiente “el próximo desplome financiero podría ser tan colosal, que la Reserva Federal se vería obligada a comprar acciones…”
Así que dejemos las cosas en claro.
En años recientes, JPM gastó centenas de millones de dólares recomprando sus propias acciones, en un intento por impulsar su cotización. Ahora quieren que la Fed rescate directamente la Bolsa –y, por extensión, el papel de JP Morgan. Llámalo como quieras, excepto “libre mercado”.
Todo esto significa que la Fed abandonará su actual programa de endurecimiento, reinstituirá la flexibilización o hará que bancos centrales aliados hagan esto mismo cuando sea necesario. Esto a su vez, se traduce en que se mantendrán más rondas de relajación (por medio de varias estratagemas de dinero oscuro), además de toda la ayuda que han recibido. Los bancos no ven otra opción.
Todas esas alternativas podrían impulsar al mercado a través de períodos volátiles en el futuro, llevando al actual bull market a ganar incluso más impulso.
Al largo plazo, esto no es sostenible. Nadie sabe con exactitud cuándo llegará la próxima crisis, pero hay varias señales que apuntan a que se está acercando.
Mientras tanto, existen medidas que puedes tomar y prepararte. Solo tienes que distribuir una porción de tu capital hacia el efectivo u oro si las señales de crisis se aseveran. Al mantener tu portafolio diversificado y estando atento a sucesos y reportajes como estos, te puedes preparar para la turbulencia de mercado una vez que llegue.
Si bien aún no estamos en situación de crisis, estaré muy atenta a las señales.
Saludos,
Nomi Prins
Nomi Prins es editora colaborativa para el servicio de Inteligencia Estratégica de Agora Publicaciones.