Con el endurecimiento de la Fed y una economía débil cayendo en picada, esperar una recesión es tal vez lo más sensato por hacer.
Por Jim Rickards
A pesar de que el oro ha tenido problemas este 2018 (cayendo más de un 10% desde el 25 de enero, pasando de los US$ 1.363 la onza a los US$ 1.201 hoy en día), mi pronóstico de un fin de año fuerte para el metal no ha cambiado.
Este pronóstico se basa en que la Fed finalmente se dará cuenta de que está endureciendo demasiado su política monetaria, lo que está conduciendo a Estados Unidos a una debilidad económica fundamental que será seguida de un revés completo hacia flexibilización. Por esa razón no habrá más incrementos en las tasas de interés en septiembre y diciembre.
Esas pausas confirmarán que la Reserva Federal no sabe cómo revertir sus múltiples sesiones de relajación cuantitativa y políticas extendidas de tasas en cero de 2008 a 2013 sin causar una recesión. Una vez que eso ocurra, la inflación es solo cuestión de tiempo.
Y el oro responderá en consecuencia.
En mi opinión, un oro cotizando por encima de los US$ 1.400 la onza para fin de año es una clara probabilidad. Incluso si a fin de año repunta al máximo de enero de 2018 de US$ 1.363 la onza, eso sería un aumento del 12% en tan solo unos meses.
Profundicemos un poco.
El lío de la Reserva Federal
La realidad del ajuste de la entidad es indiscutible. Se encuentran subiendo las tasas de interés para completar un punto anual en cuatro aumentos separados de 0,25% cada marzo, junio, septiembre y diciembre. (La excepción es si la Fed “hace una pausa” en función de mercados bursátiles débiles, empleo o datos deflacionarios, un tema al que volveremos). También están recortando sus balances generales por alrededor de US$ 600 mil millones cada año a su ritmo actual.
El impacto equivalente en el aumento de tasas de esta reducción del balance es incierto porque este tipo de contracción nunca se ha hecho antes en los 105 años de historia del banco central de Estados Unidos. Sin embargo, las mejores estimaciones dicen que este efecto es más o menos equivalente a otra escalada en las tasas del 1% por año.
La combinación del alza en las tasas reales, implícita en la reducción de los balances generales, significa que el banco central está elevando las tasas nominales alrededor de un 2% anual a partir de un nivel de tasa cero de finales de 2015. Ahora, la inflación real ha aumentado levemente, pero no más de un 0,5% por año aproximadamente en los últimos seis meses, con lo que el resultado final es que las tasas reales (las tasas netas de inflación) están subiendo alrededor de un 1,5% por año según la política actual.
Desde una línea de base cero, eso es un gran aumento.
Esos incrementos en realidad estarían bien si la economía fuese fundamentalmente fuerte, pero desde mi punto de vista ese no es el caso. El crecimiento real en el segundo trimestre de 2018 fue de 4,1%, aunque más de 4,7% de esa expansión fue en consumo, inversiones fijas (más que nada comerciales) y exportaciones más altas (en preparación a los aranceles).
Los otros componentes relevantes fueron insignificantes (el consumo gubernamental fue de más del 0,4%) o negativos (los inventarios privados cayeron un 1,1%). El crecimiento del segundo trimestre parece ser meramente temporal, y que se quedará allí. Las señales apuntan a que en los trimestres que vienen veremos menos crecimiento y nivelación en la expansión.
La Fed parece ignorar la existencia de estas amenazas tan obvias. El banco central está aumentando sus pronósticos de crecimiento a un 2,27% en el tercer y cuarto trimestre, y anticipa una expansión total del 2,71% para 2018. Eso es un aumento significativo del crecimiento real promedio de 2,19% que ha estado ocurriendo desde el fin de la última recesión, en junio de 2009.
En sí mismo, este pronóstico no implica ninguna pausa en los incrementos en las tasas o la reducción en sus balances que la Fed ha planeado. La Reserva Federal está bien encaminada a más incrementos, balances más reducidos y una continuación de sus planes actuales.
Los planes de la Fed asumen que en lo que queda de año todo saldrá bien con la economía. Eso podría estar más cerca de un deseo que una proyección real. Las exportaciones agrícolas ciertamente se dispararon en el segundo trimestre, gracias a los esfuerzos de los importadores asiáticos por tomar sus pedidos de soja antes de la imposición de los aranceles.
Lo mismo ocurrió con las exportaciones especializadas de fabricación estadounidense. Los consumidores del país comenzaron a comprar como locos, pero gran parte de eso fue financiado con tarjetas de crédito que ya se están disparando las pérdidas, y de las que han resultado más ahorro y menos consumo.
Muchos de los componentes destacables vistos en el segundo trimestre ya han entrado en un revés. El crecimiento en el PIB real anualizado de los Estados Unidos ya ha superado el 4% cuatro veces en los últimos nueve años, solo para terminar en tasas de crecimiento real de casi cero o incluso negativas en los meses posteriores. No hay ningún argumento convincente para concluir que el segundo trimestre de 2018 será diferente. En unos meses llegará información alertando un rendimiento económico a niveles de recesión.
Con la Fed endureciendo y con una economía débil en curso de colisión, el resultado podría en efecto ser una recesión.
Ahora bien, ¿cuál es mi perspectiva para la política de la Fed, el dólar y las otras divisas importantes incluyendo al oro? A fin de medir la influencia de las condiciones globales económicas y políticas en los mercados de capitales y de divisas, uso las herramientas más avanzadas disponibles.
Estas herramientas las creamos unos colegas y yo mientras trabajábamos en la oficina de inteligencia de mercados de capitales de la CIA. Mis asociados y yo usamos la información oriunda de los mercados capitales como una herramienta de análisis predictivo, a fin de anticipar amenazas terroristas y de otros enemigos de los Estados Unidos.
Para identificar las tendencias escondidas de los mercados que afectan tanto las tasas de cambio como las valoraciones de los activos, uso los mismos principios de la teoría de complejidad, matemática aplicada y análisis de sistemas dinámicos que usamos en la CIA.
El factor más importante en el análisis actual es el hecho de que Estados Unidos no está asilado del resto del mundo. El crecimiento real en el PIB de la Eurozona para el segundo trimestre fue decepcionante, y es otra señal más de que al Banco Central Europeo aún le falta mucho camino antes de normalizar las tasas de interés y sus balances de la misma forma que la Fed lo ha estado haciendo desde 2015.
Asimismo, el índice PMI chino y otras mediciones publicadas el 31 de julio revelaron una caída económica importante en China, la segunda economía del mundo. El impacto global que tendría la caída europea y china en los años venideros es observable en el siguiente gráfico, que proyecta fuertes desaceleraciones para el año entrante, según datos del Canadian Imperial Bank of Commerce:
Esta convergencia de direcciones críticas en los bloques económicos más importantes del mundo se resume a la perfección en el siguiente párrafo, publicado el 31 de julio de este año por Capital Economics, una fuente normalmente alcista en sus análisis:
“Si bien el crecimiento económico mundial tomó impulso en el segundo trimestre, probablemente se contraiga una vez más en la segunda mitad del año y en 2019. Estados Unidos no podrá sostener un crecimiento anualizado en el PIB del 4%, la economía china está ralentizándose a paso firme y cualquier impulso en la Eurozona por encima del decepcionante rendimiento de la primera mitad del año probablemente no sea más que modesto”.
Mientras tanto, los órganos políticos de los Estados Unidos, a excepción de la Fed, ya están uniendo fuerzas para contener la amenaza comercial china. No hay duda de que la iniciativa reciente presentada por Estados Unidos, Australia y Japón es una fuente robusta de capital pensada para combatir la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda, llamada “BRIZNA”.
Este vehículo de inversión anti-BRIZNA tiene implicaciones importantes en la geopolítica mundial, pero será financiado por más deuda gubernamental, que ya de por sí está creando vientos en contra para el crecimiento propio de esas tres economías.
Bien podría ser la última institución en hacerlo, pero en algún punto la Fed verá esta información por lo que realmente es. Cuando nos acerquemos al fin del tercer trimestre del año, la escala real de la desaceleración económica global será evidente incluso para el banco central estadounidense. La respuesta de la Reserva Federal será detener los incrementos en las tasas, ya sea en septiembre (si la información que respalda la caída llega entonces) o con toda seguridad en diciembre.
El mercado detectará esto antes que la Fed. Y en ese sentido deberías esperar precios más altos para los bonos (debido a las expectativas más bajas de ratiosrendimiento-vencimiento) y cotizaciones más altas para el oro (debido a la percepción del público de que la Fed ha tirado la toalla con el tema de la inflación).
Ahora es el momento para posicionarte en función de esta remontada en los precios del oro.
Saludos,
Jim Rickards
Jim Rickards es editor de Inteligencia Estratégica para Agora Publicaciones