El “año de los riesgos” se acaba de hacer más riesgoso… No hay nada seguro en la vida, pero si no tomas las medidas necesarias ahora, te aseguro que te va a arrepentir.
Por Jim Rickards
Apenas una semana después de alcanzar nuevos máximos, el Dow sufrió la mayor pérdida de un día jamás vista en la historia (en puntos, no en porcentaje).
Si bien estas turbulencias aún no están ni cerca de alcanzar niveles de crisis, ya llevo meses advirtiéndote de la llegada de esta corrección.
Porque las señales de un colapso inminente en los mercados desarrollados, especialmente en Estados Unidos, las vemos por montones.
Ya sea que hablemos del ratio CAPE Shiller, del ratio capitalización de mercado/PIB que tanto le gusta a Warren Buffett o simplemente los ratios P/E comunes, es claro que este mercado tan sobrevalorado está listo para derrumbarse. Pero claro que esto no significa que la caída se dará ahora mismo –o siquiera dentro de las estimaciones de muchos.
Como vimos con la burbuja puntocom de 1996-2000, así como con la burbuja inmobiliaria del 2002-2007, la llamada “exuberancia irracional” puede durar más de los que escépticos creen posible.
Sin embargo, hay algunas advertencias que tal vez merezcan más atención que otras.
Cualquiera puede hacer sonar las alarmas de derrumbes o del propio apocalipsis bursátil, pero la verdad no vale la pena escuchar los alarmistas a no ser que respalden sus afirmaciones con hechos y análisis racional. Una opinión sin una base sólida no es más que eso: una simple opinión.
En mi caso, a las advertencias a las que les pongo atención son a aquellas que salen de boca de los insiders de élite.
Estamos hablando de aquellos que van a la conferencia de Davos y discuten regularmente sobre las condiciones y proyecciones del mercado con las cabezas de los bancos centrales, ministros de finanzas y gente como Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional.
La credibilidad de tales insiders es amplificada aún más cuando llegan con credenciales académicas de verdad, como un doctorado en economía de alguna universidad importante del campo.
William White es una de esas personas.
Ex jefe del comité de revisión de la OCDE, así como ex economista en jefe para el Bank for International Settlements, el “banco central de los banqueros centrales” con sede en Basilea, Suiza.
En una entrevista reciente, White dijo directamente que “en este momento todos los indicadores de mercado son muy parecidos a los vistos antes de la crisis Lehman, y aún parece que de alguna manera la lección de ese entonces ya fue olvidada”.
No creo que haya una alerta más obvia que esa.
A finales del año pasado, llamé a 2018 el “año de los riesgos”.
Para muchos, esa descripción sonó más bien rara. La mayor parte de los índices bursátiles estadounidenses seguían alcanzando nuevos máximos, algo que siguió ocurriendo hasta finales de enero.
Incluso en los años de mercados alcistas fuertes, generalmente hay uno o dos meses de baja producto del “descanso” que se toman las acciones entre tantas subas. Ese no fue el caso el año pasado, ya que la tendencia positiva no descansó ni un segundo –puras subas y nada más.
La tasa de desempleo en Estados Unidos está en su mínimo en 17 años. Elcrecimiento económico de la primera economía del mundo superó el 3% en elsegundo y tercer trimestre del 2017. En el cuarto tuvo un descenso en el nivel de expansión hasta el 2,6%, cifra que aun así está por encima del atrofiado 2% de crecimiento que habíamos visto desde junio de 2009.
Y Estados Unidos no está solo en esto: por primera vez desde 2007 estamos viendo un sólido crecimiento económico bien sincronizado entre los “cuatro grandes”: Estados Unidos, Europa, China y Japón, así como también en mercados emergentes y en desarrollo.
En pocas palabras, al mundo le está yendo bastante bien.
¿O no?
Para comenzar a comprender por qué dije que 2018 podría desarrollarse de forma catastrófica, revisemos una metáfora sencilla: imagina una mansión espectacular construida con los materiales de mejor calidad y la destreza de más alto nivel, decorada con los sillones y alfombras más hermosas, y llena de arte fino y de lujo.
Ahora imagina que esta mansión fue construida en arenas movedizas. Lo que ocurriría es que por un momento la mansión estaría en perfectas condiciones, pero después se hundiría bajo su propio peso.
Bueno, eso es una metáfora. ¿Pero qué pasa con el análisis sólido?
La deuda
Hecho: gran parte de las buenas noticias que hace un momento describí no se alcanzaron por medio de trabajo real y bien pensado, sino a través de montañas y montañas de deuda donde se incluían pasivos por parte de los bancos centrales.
En un artículo reciente el académico de Yale llamado Stephen Roach señaló que entre 2008 y 2017 las hojas de balances combinadas de los bancos centrales de Estados Unidos, Japón y la Eurozona se expandieron en US$ 8,3 billones, mientras que el PIB nominal de esas mismas economías creció sólo US$ 2,1 billones.
Te pregunto: ¿qué ocurre cuando imprimes US$ 8,3 billones y solo recibes US$ 2,1 billones de crecimiento? ¿Qué ocurre con los US$6,2 billones que sobran de dinero impreso?
La respuesta es que todo esto fue directo hacia activos financieros. La enorme impresión de dinero por parte de los bancos centrales ha llevado al alza a las acciones, bonos, deuda de mercados emergentes y real estate.
¿En qué se diferencia 2018 de los últimos diez años? Resulta que este es el año en que los bancos centrales detendrán la impresión de capital y, como dicen por ahí, “aguarán la fiesta”.
La Reserva Federal ya está cortando un poco el chorro de dinero (logran esto no refinanciando la nueva deuda): hace dos semanas redujo sus balances por unos US$ 22.000 millones. Si bien eso no parece la gran cosa cuando hablamos de una hoja de balance de US$ 4 billones, éste ha sido el recorte más sustancial de la Fed a la fecha.
Es curioso que los mercados comenzaran a bajar las revoluciones justo después de que esto se diera. Pero los medios de comunicación no han dicho nada al respecto.
Para finales de 2018, la tasa anual de supresión de capital será de US$ 600.000 millones –eso, claro, si el actual Presidente de la Fed Jerome Powell no cambia de rumbo.
Ni el Banco Central Europeo y ni el Banco de Japón han alcanzado aún este punto en la reducción de la oferta monetaria, pero sí han detenido su expansión, y planean llevar a cabo un proceso de reducción hacia fines de este año.
Y ya sabemos que en economía todo sucede al margen. Cuando algo se expande y luego deja de hacerlo, el impacto marginal es el de una contracción de hecho.
Ahora, más allá de la oferta monetaria, la mayoría de los bancos centrales más importantes están planeando subir sus tasas de interés, mientras que algunos (como es el caso de Estados Unidos y el Reino Unido) ya las subieron.
Puede que reducir la oferta monetaria y subir las tasas resulte la política correcta dado el caso de que la inflación se salga de control. Pero a pesar de que recientemente se han dado algunos aumentos en la inflación, los precios más que nada han ido a la baja.
Porque la “inflación” se ha expresado en otro lugar: no en los precios para los consumidores, sino en las cotizaciones de los activos. Y el impacto de la reducción de la oferta monetaria y de tasas de interés más altas será una baja en los precios de acciones, bonos y real estate –o lo que es, una burbuja de activos pero en reversa.
Como ha sido demostrado en los últimos días, el problema con los precios de los activos es que no fluctúan de una forma uniforme y lineal. Por el contrario, sus cotizaciones son susceptibles a burbujas cuando van al alza y a crisis cuando van a la baja. Las fluctuaciones más diminutas pueden salirse de control y llevar a crisis de liquidez peores que las del 2008.
Eso quiere decir que este no será un aterrizaje suave. Los bancos centrales –especialmente la Reserva Federal, al principio bajo el mando de Ben Bernanke y luego de Janet Yellen– repitió el error garrafal de Alan Greenspan en el 2005-2006. Greenspan dejó las tasas de interés demasiado bajas por demasiado tiempo, y como resultado generó una burbuja colosal en las viviendas, lo que en última instancia puso al mundo financiero al borde del colapso en el 2008.
Bernanke y Yellen cometieron el mismo error: dejaron las tasas de interés demasiado bajas por demasiado tiempo. Deberían haber comenzado un proceso de normalización de los intereses y de las hojas de balances en el 2010, al momento en que las etapas tempranas de la expansión actual las pudieron haber soportado. Pero no lo hicieron.
Estos dos ex-funcionarios no generaron una burbuja real estate, sino que una “burbuja general”. Cuando pase el tiempo, esto será visto como el mayor error en la historia de los bancos centrales.
No solo eso, sino que Greenspan también le dejó a Bernanke munición suficiente en 2007, ya que los balances de la Fed eran solo de US$ 800.000 millones. La Reserva Federal tenía espacio para políticas con las que podía responder a la crisis del 2008 por medio de recortes de intereses y procesos de QE.
Hoy en día, la hoja de balances de la Reserva Federal supera los US$ 4 billones. Si estas bajas actuales se llegaran a convertir en una crisis completa, o incluso si se aplaza para después, la capacidad de la Fed para cortar los intereses no supera el 1,5%. Además, su capacidad para expandir las hojas de balances es básicamente nula, ya que la Reserva Federal está empujando hacia el límite de una frontera de confianza invisible.
Esta problemática sobre qué tendrían que hacer los bancos centrales para ponerle un alto al dinero fácil sin causar una recesión (o peor) no es más que una pequeña parte de este riesgoso mosaico.
De momento, piensa en 2018 como el año de los riesgos.
Los inversores inteligentes deberían prepararse ahora, con exposición reducida a acciones e incrementando su distribución hacia el efectivo y el oro.
Saludos,
Jim Rickards