El presidente estadounidense está más que listo para sacar su as bajo la manga. Todos los caminos apuntan a un dólar barato.
Por Jim Rickards, desde Darien, Connecticut
“Después de tanto tiempo perdido, Trump y Mnuchin están listos para detener el boom chino con una política de dólar barato”…
¿Cuándo se debilitará el dólar fuerte? En última instancia, la respuesta es: cuando el presidente y el secretario del Tesoro de Estados Unidos lo deseen.
Cuando el Tesoro no se preocupa demasiado por el dólar, las fuerzas del mercado pueden imponerse y conducir el alza o la baja del tipo de cambio en relación con el euro, el franco suizo, el yen o cualquier otra divisa.
En ocasiones, otros bancos centrales intervienen para subir o bajar el valor de sus monedas en relación al dólar, y eso parece no importarle a Estados Unidos. China es famosa por recurrir a estas prácticas, Japón y Suiza son otros expertos en la manipulación de divisas.
Excepto en circunstancias extraordinarias, el Tesoro estadounidense no suele intervenir de manera directa en los mercados de divisas para fijar el tipo de cambio del dólar estadounidense. De ser requerido, lo que sí hace el Tesoro es trabajar junto a la Reserva Federal (Fed) ajustando la tasa de interés para apuntalar el valor del dólar.
Todo esto puede estar a punto de cambiar.
En la actualidad, China es el mayor infractor mundial en la guerra de divisas. El gigante asiático devaluó dos veces el yuan en 2015, derrumbando los mercados estadounidenses en ambas oportunidades.
Y el lunes esta moneda fue devaluada una vez más. No fue una “súper devaluación” (del 5% o más en un día) pero sí estuvo muy al límite de serlo, porque el tipo de cambio superó la relación psicológicamente importante de 7 a 1. En consecuencia, el mercado volvió a entrar en pánico.
La realidad es que la política de un yuan barato ha ido socavando las políticas de guerra comercial de Trump. Y un dólar consolidado va en detrimento de sus planes económicos. Tanto el mandatario estadounidense como el secretario del Tesoro, Mnuchin, se han mostrado consternados ante la persistente fortaleza del dólar.
Un dólar fuerte vuelve las importaciones menos costosas, lo que tiene un impacto deflacionario en la economía estadounidense. Este es un momento en que tanto la Fed como la Casa Blanca desearían un mayor índice inflacionario.
Un dólar consolidado perjudica también las exportaciones estadounidenses de grandes empresas como Boeing y GE. Esto perjudica tanto la competitividad como el empleo a nivel local. Y finalmente, un dólar fuerte perjudica las ganancias corporativas de las compañías internacionales del país porque sus ganancias en el extranjero se traducen en menos dólares estadounidenses. Esto se traduce en un viento en contra para el desempeño del mercado de valores estadounidense.
El Departamento del Tesoro ha etiquetado como “manipulador de divisas” de manera oficial al gigante asiático por primera vez en 25 años. El movimiento es en gran parte simbólico, pero abre la puerta a sanciones adicionales.
Si bien la Casa Blanca, el Tesoro y la Fed pueden estar unidos en su deseo de ver un dólar más débil y una mayor inflación, hasta hace relativamente poco tiempo, la Reserva Federal no venía haciendo mucho para alcanzar ese objetivo. De hecho, transitó el camino de elevar las tasas de interés durante tres años, con un ciclo de subas que comenzó en diciembre de 2015.
Solo después del desplomo del mercado de valores en diciembre pasado, la Fed desistió de esta política de alzas en las tasas de interés. Y la semana pasada, recortó las tasas por primera vez desde 2008.
Desde octubre de 2017, la Reserva Federal también estuvo ajustando la oferta monetaria a través del “endurecimiento cuantitativo” o QT, lo opuesto a la flexibilización cuantitativa.
La combinación de alzas de tasas y QT generó un aumento significativo en los tipos de interés de Estados Unidos en todos los plazos de vencimiento y, a su vez, un dólar más fuerte a medida que el capital fluyó hacia Estados Unidos en búsqueda de mayores rendimientos.
Y el resultado fue un dólar persistentemente fuerte.
En la actualidad, la Fed interrumpió el ajuste cuantitativo dos meses antes de lo previsto, por lo que ya no estaría socavando sus propios deseos de un dólar más débil. Pero la entidad no puede proteger el tipo de cambio con otras monedas, puede influir sobre ellas, pero los bancos centrales de otros países pueden contrarrestar sus esfuerzos con la manipulación de sus propias divisas.
Pero aquí es donde esto se pone interesante. Si la Casa Blanca y el Tesoro quieren un dólar más débil, pueden lograrlo solos sin la intervención de la Reserva Federal. El Tesoro está bien equipado para hacer este tipo de intervención utilizando su Fondo de Estabilización de Cambio, o FSE.
El FSE fue creado bajo la Ley de Reserva de Oro de 1934, que proporcionó la ratificación legal de la confiscación de oro privado por parte del FDR de ciudadanos estadounidenses en 1933. FDR pagó USD 20,67 en papel moneda por el oro en 1933, sabiendo que tenía la intención de aumentar el precio del metal dorado.
Su plan era tomar las “ganancias de oro” para el gobierno, en lugar de permitir que los ciudadanos cayeran en cuenta de las ganancias. Esas ganancias fueron la fuente original de financiamiento para el FSE.
Es importante destacar que el FSE es completamente autónomo del Congreso estadounidense. Su actividad está fuera del presupuesto. No reporta a ningún organismo gubernamental excepto al Secretario del Tesoro y al presidente de Estados Unidos. Es el equivalente a un fondo de depósito del Tesoro que el mismo Tesoro puede usar a discreción, cuando considere necesario intervenir en los mercados de divisas. No se requiere legislación ni apropiación del Congreso.
Por ejemplo, el ex secretario del Tesoro, Bob Rubin, utilizó el FSE para rescatar a México en 1994 después de que el Congreso se hubiera negado a proporcionar dinero de rescate a través de otros canales.
Hoy, el FSE cuenta con alrededor de USD 100.000 millones que puede usar para manipular los mercados de divisas.
Según los informes, el secretario del Tesoro, Mnuchin, se opone al uso del FSE para influir en el dólar. Hasta ahora, ha estado persuadiendo a Trump de abstenerse de las intervenciones directas en el mercado de divisas, pero ahora que el Tesoro ha calificado a China de “manipulador de divisas”, es posible que eso cambie.
Después de esperar la oportunidad, Trump y Mnuchin están listos para detener a China con una política de dólar barato. Por supuesto, el gigante asiático no será el único en sentir el impacto de esta medida. El viejo continente y el euro, también se encuentran en línea de fuego.
Con estos antecedentes en mente, ¿cuál es la perspectiva para los tipos de cambio del dólar estadounidense?
El factor más importante en el análisis es que dos monedas no pueden devaluarse entre sí al mismo tiempo. Es una imposibilidad matemática. Si una moneda está bajando en relación a otra, la otra sube indefectiblemente. No hay otro camino.
Desde enero de 2010 (cuando Obama lanzó la guerra de divisas) hasta agosto de 2011 (cuando el dólar alcanzó un mínimo histórico), las guerras de divisas beneficiaron a Estados Unidos a expensas de Europa, los mercados emergentes y China. Eso fue considerado como necesario por los participantes en la cumbre de líderes del G-20 en Pittsburgh en septiembre de 2009.
Estados Unidos fue y es la economía más grande del mundo, sino hubiese escapado del caos financiero de 2008, nadie lo hubiera hecho. En efecto, el mundo podría sufrir el impacto de monedas más fuertes, mientras que Estados Unidos devaluó su moneda para impulsar la recuperación global.
Después de agosto de 2011, se permitió que el dólar se revaluara, mientras que el resto del mundo, especialmente Europa y China, se devaluaron para poder obtener algún beneficio de una moneda más débil. Esto funcionó en el corto plazo, pero el problema era que Estados Unidos nunca volvió a presentar un crecimiento sostenido en la tendencia anterior de 3,25% de expansión anual.
Estados Unidos ha venido sufriendo una larga depresión desde 2007 hasta la actualidad, con un crecimiento anual de alrededor del 2,5%. Europa y China recibieron un impulso, pero Estados Unidos nunca se apartó de la manada.
Desde entonces, la cuestión ha sido “esperar su turno”. Se ha permitido que el euro se deprecie para ayudar al crecimiento y al sistema bancario a medida que el dólar se ha fortalecido en base a una economía estadounidense marginalmente más fuerte. Pero ninguna economía importante ha resuelto el problema de lograr un crecimiento de tendencia sostenible por sí misma.
China ha implementado el free-riding todo este tiempo, pero ahora Trump y Mnuchin le dicen: “¡Basta!”. En esencia, dicen que es el turno de los europeos, y que tendrán que apostar a una moneda más fuerte, mientras que China será penalizada por manipulación de la moneda. Se asoma un dólar más débil.
Queda por ver si esto se logrará con la cooperación continua de la Reserva Federal o la intervención directa del Tesoro, pero un dólar más débil es la única forma de salir del enigma del crecimiento estadounidense…y la debacle de la deuda.
Mientras tanto, un dólar más débil le dará a Estados Unidos otro envión de crecimiento para ayudar a impulsar las perspectivas de reelección de Trump para 2020.
El arma secreta de la moneda está ahí. La pregunta ahora es, ¿lo usará Trump?
Saludos,
Jim Rickards
Jim Rickards es editor de Inteligencia Estratégica para Agora Publicaciones. Es un abogado, economista y banquero de inversión. Ha brindado su vasto conocimiento de los mercados a la comunidad de inteligencia estadounidense y al pentágono.