La amenaza de contagio es un recordatorio aterrador de los vínculos ocultos en los mercados de capitales modernos. Y hoy, está más latente que nunca en la deuda basura.La idea de que desde hace unos años viene en camino una nueva crisis financiera tiene fundamentos bastante sólidos. Este tipo de crisis se da con cierta periodicidad, como ocurrió en 1987, 1994, 1998, 2000 y 2008.
Por Jim Rickards, desde Darien, Connecticut
Si bien no hemos vivido un colapso financiero desde hace más de una década, lo cierto es que deberíamos haber sufrido una situación así hace ya mucho tiempo. Además, es bien sabido que toda crisis nueva es siempre más grande que la anterior, y que, además, siempre es necesaria más intervención de los bancos centrales.
Esto se debe a la escala del sistema mismo. En un sistema complejo y dinámico como el de los mercados de capitales, el riesgo es una función exponencial relacionada a la escala del sistema. La creciente extensión de los mercados se relaciona directamente con colapsos económicos cada vez más grandes.
Actualmente, el riesgo sistémico es más grande que nunca. Esto significa que las dimensiones del sistema financiero están dando señales de una crisis global de liquidez en el futuro, así como una crisis económica mucho peor que la de 2008.
Debido a la intervención de las entidades bancarias centrales, la deuda global ha crecido en más de USD 150 billones en los últimos 15 años. Los bancos “demasiado grandes para caer” son, en efecto, más grandes de lo que jamás han sido, a la vez que contienen un mayor porcentaje de activos totales del sistema financiero. Asimismo, cuentan con derivados financieros aún mayores en sus libros.
Para comprender bien el riesgo de contagio, pensemos en el marlín de la novela de Hemingway “El viejo y el mar”. El marlín comenzó siendo un trofeo de pesca atado a un lado del bote de un pescador, Santiago.
Sin embargo, el animal despedía sangre por el agua. Esto causó que todos los tiburones a kilómetros a la redonda atacaran al marlín. Cuando Santiago llegó a la orilla, no quedaba nada del marlín salvo su pico, su cola y sus huesos.
Cuando estos dos tipos de contagio convergen, nace un peligro aún mayor para los mercados. Esto ocurre cuando las pérdidas de éstos se filtran hacia los mercados en general, haciendo que los retrocesos generen tradings sistemáticos en contra de un instrumento o fondo de cobertura específico.
Una vez que ese instrumento o fondo quiebra, las pérdidas crediticias se esparcen hacia un grupo más amplio de fondos similares, haciendo que caigan bajo sospecha a raíz de lo sucedido. Poco después, llega una crisis de liquidez de la extensión del mercado entero en la que “todo el mundo quiere que le devuelvan su dinero”.
Esto fue exactamente lo que ocurrió durante la crisis Rusia-Long Term Capital Management (LTCM) en 1998.
Fue una crisis monetaria internacional que comenzó en Tailandia en junio de 1997, se esparció hacia Indonesia y Corea y, finalmente, llegó a Rusia en agosto de 1998. Fue un ejemplo perfecto del efecto dominó.
LTCM no era un país, aunque si hablamos de su presencia financiera, este fondo de cobertura tenía el tamaño de uno.
Yo estuve justo en el epicentro de este derrumbe. Era el asesor general de la firma. Negocié de primera mano el rescate. Este rol es importante porque realmente tuve asientos de primera fila para ver la crisis.
Estuve en el salón de negociaciones de una firma legal en Nueva York. Allí había cientos de abogados. El fondo de rescate de LTCM estaba compuesto por 14 bancos.
Asimismo, había otros 19 bancos en un complejo crediticio no asegurado de USD 1.000 millones. En la reunión había funcionarios del Tesoro estadounidense, de la Reserva Federal y de otros segmentos del gobierno de Estados Unidos, así como oficiales de Long-Term Capital, nuestros asociados.
Mi posición caía firmemente en uno de los lados de la negociación, por lo que mi trabajo fue coordinar las charlas y arreglos en función de “mi lado”.
Se trataba de un acuerdo de USD 4.000 millones en efectivo que preparamos en 72 horas sin ninguna investigación previa. Cualquiera que alguna vez haya recaudado capital para su compañía o que haya hecho acuerdos de este estilo, se puede imaginar lo difícil que fue hacer que tres bancos te hagan un cheque de USD 4.000 millones en solo tres días.
La presión sistémica sobre LTCM se mantuvo hasta que el fondo estuvo al borde de la bancarrota. Mientras Wall Street atacaba con furia al fondo, los inversores olvidaron el hecho de que ellos mismos eran los acreedores de LTCM. Cualquier daño que sufría el fondo, también lo sufrían ellos. Fue entonces cuando la Fed intervino, forzando a Wall Street a rescatar al fondo, lo hayan querido o no.
Los involucrados en el rescate podríamos decir que “salvamos” LTCM. Sin embargo, si Long Term Capital en efecto quebraba, y estaba encaminada a eso mismo, USD 1,3 billones en derivados habrían recaído en los hombros de los inversores.
Entonces, la realidad es que Wall Street se rescató a sí misma.
La crisis de 2008 fue una versión aún más extrema que la de 1998. Estuvimos a días, sino es que a horas, de un colapso secuencial de cada uno de los bancos importantes del mundo. Claro que el desastre de 2008 se había originado a partir de las hipotecas subprime. Pero como sabrás, esto pronto se esparció hacia obligaciones de pago que emanaban de toda clase de fondos de mercado monetario, así como a los papeles comerciales bancarios de Europa.
Imagina de nuevo los dominós. ¿Qué fue lo que ocurrió en ese entonces? Hubo una crisis bancaria. La diferencia, es que en 2008 Wall Street no rescató un fondo de cobertura; sino que los bancos centrales rescataron a Wall Street.
A lo que voy con esto, es que el riesgo sistémico actual es mucho mayor de lo que jamás fue. Todas las crisis son peores que la anterior. Los bancos “demasiado grandes para caer” son más grandes que nunca, tienen un mayor porcentaje de los activos totales del sistema bancario y sus libros de derivados son mucho más grandes.
En este momento, pienso que la próxima crisis bien podría surgir de los mercados de deuda corporativa, en especial los bonos corporativos de alto riesgo, también llamados “bonos basura”. Veamos por qué…
Desde la gran crisis financiera, las tasas de interés extremadamente bajas permitieron que el número total de bonos corporativos especulativos –“bonos basura”– aumentara aproximadamente en un 60%, una cifra récord.
Como resultado, muchas empresas han contraído niveles altísimos de deuda. Los cálculos apuntan a que la cantidad total de bonos basura en circulación equivale a aproximadamente USD 3,7 billones.
El riesgo aquí, es que cuando llegue la próxima recesión, muchas corporaciones no podrán saldar sus deudas. Una ola de defaults arrasará con todo el sistema como un contagio mortal, causando daños de proporciones.
Si las tasas de default son de solo de 10%, una suposición conservadora, este fiasco de deuda corporativa sería al menos seis veces mayor a las pérdidas subprime vistas en 2007 y 2008.
Muchos inversores se enfrentarán al caos sin preparación alguna. Una vez que el tsunami toque tierra, nadie se salvará. La Bolsa colapsaría en respuesta al aumento de pérdidas crediticias y el endurecimiento de las condiciones en este sentido.
Este es solo un ejemplo más de la complejidad del mercado de capitales, y subraya el hecho de que la próxima crisis será peor que la anterior.
Sí, es cierto que los nuevos algoritmos de trading automatizado, como los programas de trading de alta frecuencia empleados en la Bolsa estadounidense, pueden aumentar la liquidez en tiempos de calma. Pero la realidad es que la liquidez puede desaparecer en un instante en contextos de presión en el mercado.
Y una vez que se active algún catalizador y comience la crisis, las dinámicas y variables exógenas causarán estragos.
Este tipo de desplomes repentinos e inesperados, de esos que parecen surgir de la nada, son, en realidad, congruentes con las predicciones de la teoría de la complejidad.
La capacidad de los bancos centrales para hacer frente a una nueva crisis está muy limitada por las bajas tasas de interés y los balances inflados, los cuales no se han normalizado desde la última crisis.
Por ahora, la complacencia está regresando a los mercados, con nuevos récords bursátiles rompiéndose cada tanto. Sin embargo, es en momentos así en los que debes ser más cuidadoso. La amenaza de contagio es un recordatorio aterrador de los vínculos ocultos en los mercados de capitales modernos.
Las condiciones están dadas. Pero no puedes esperar a que se dé el próximo sacudón de las acciones, porque para entonces será demasiado tarde. No podrás sacar tu dinero del mercado a tiempo, ya que todo el mundo estará corriendo hacia la salida.
Lo que los inversores pueden hacer para solucionar este problema es tener activos fuera de los mercados tradicionales, así como fuera del sistema bancario.
Recomiendo empezar con el oro.
Saludos,
Jim Rickards.
Esta columna fue publicada originalmente en El Inversor Diario, el newsletter gratuito de Inversor Global en el que escriben las mentes financieras más brillantes de Estados Unidos y América Latina. El Inversor Diario te permitirá acceder a información exclusiva sobre los mercados internacionales y puedes suscribirte haciendo click aquí.
Abogado y economista. Fue asesor de la CIA y el Pentágono y hoy es uno de los analistas financieros más leídos en Estados Unidos. Cuenta con 35 años de experiencia analizando exitosamente el contexto macroeconómico global. Gracias a una alianza con Agora Financial de Estados unidos, en Inversor Global es editor para Inteligencia Estratégica.