China no tiene una opción nuclear en la guerra comercial. Pero tiene un arma muy poderosa y parece que podría estar preparándose para usarla. Esto sin duda afectará los bolsillos de todos los ahorristas del mundo.
Por Jim Rickards
Buena parte de las noticias internacionales y de finanzas están siendo dominadas por titulares alarmistas sobre la nueva guerra comercial entre Estados Unidos y China. Pero esta guerra comercial se ha estado gestando durante años y cuando comenzó no fue sorpresa para quienes vienen siguiendo el tema, como los suscriptores de mi producto premium, Inteligencia Estratégica.
De hecho, la nueva guerra comercial es simplemente una continuación de las guerras de divisas que comenzaron en 2010.
Hace más de un año que vengo advirtiendo que las amenazas de aranceles del presidente Trump deberían tomarse en serio, mientras que la mayor parte de Wall Street descartaba estas declaraciones como como meros ladridos. Ahora las guerras comerciales están aquí como esperábamos, y empeorarán mucho antes de resolverse.
Las guerras de divisas surgen en una condición de demasiada deuda y muy poco crecimiento, por lo que las potencias económicas intentan robar el crecimiento de sus socios comerciales devaluando sus monedas para promover las exportaciones e importar inflación.
Pero China no puede seguir con los aranceles.
Solo importan alrededor de US$ 150 mil millones de las exportaciones de Estados Unidos. Entonces al ritmo que van se quedarán sin bienes para imponer aranceles, mientras que Trump puede seguir porque Estados Unidos importa mucho más de China que lo que China le compra a Estados Unidos.
Pero los chinos están obsesionados con no perder la primera posición. El presidente Xi acaba de ser nombrado, en efecto, dictador de por vida. Y no quiere comenzar su nuevo régimen retrocediendo frente a Donald Trump. Por lo tanto necesita otra opción.
Para que China siga luchando, necesitan una respuesta asimétrica. Necesitan pelear la guerra comercial con algo más que aranceles.
El país oriental tiene más de US$ 1,2 billones en bonos del Tesoro de Estados Unidos y algunos analistas dicen que China puede deshacerse de esas obligaciones en los mercados mundiales e impulsar las tasas de interés de Estados Unidos. Esto también aumentará las tasas de interés hipotecarias, dañará el mercado inmobiliario y posiblemente lleve a la economía estadounidense a una recesión.
Los analistas llaman a esta la “opción nuclear” de China cuando se trata de una guerra financiera contra Trump.
Solo hay un problema…
La opción nuclear es un fracaso. Si China vendiera algunos de sus bonos del Tesoro, se perjudicaría a sí mismo porque cualquier aumento en las tasas de interés reduciría el valor de mercado de lo que se llegara a quedar.
Además, hay muchos compradores dando vueltas si China se convirtiera en vendedor. Esas notas del Tesoro serían compradas por los bancos estadounidenses, o incluso por la propia Fed. Si el gigante asiático avanza en este desecho de bonos en forma extrema, el presidente de Estados Unidos podría detenerlo con una sola llamada al mismo Tesoro.
Eso pasaría porque el país americano controla el libro digital que registra la propiedad de todos los bonos del Tesoro. Simplemente podrían congelar las cuentas chinas de bonos y ese sería el fin de la cuestión. Entonces, no hay que preocuparse cuando uno escucha que China está cancelando estas obligaciones del Tesoro de los Estados Unidos. El país oriental está atascado con ellas. No hay “opción nuclear” en el mercado de los bonos del Tesoro.
Pero si no puedes ganar una guerra comercial, en su lugar puedes intentar ganar una guerra de divisas…
Simplemente dije que la “opción nuclear” de China en las guerras comerciales es un fracaso. Pero eso no significa que se hayan quedado sin balas en la guerra financiera. No pueden imponer tantos aranceles como Trump porque no compran tanto como Estados Unidos sí les compra a ellos.
China no puede deshacerse de los bonos del Tesoro porque hay muchos compradores y el presidente podría detenerlos congelando sus cuentas si las cosas se salieran de control en el mercado del Tesoro. Pero el país oriental podría usar una opción nuclear real para contrarrestar la guerra comercial al combatir una guerra de divisas.
Si Trump impone aranceles del 25% sobre los productos chinos, China simplemente podría devaluar su moneda en un 25%. Eso haría que dichos productos fueran más baratos para los consumidores estadounidenses por la misma cantidad que la tarifa. El efecto neto sobre el precio no se modificaría y los estadounidenses podrían seguir comprando productos chinos al mismo precio en dólares.
El impacto de una devaluación tan enorme no se limitará a la guerra comercial. Un yuan más barato exporta la deflación de China a Estados Unidos y hace más difícil que la Fed alcance sus metas de inflación.
Además, las últimas dos veces que el gigante asiático intentó devaluar su moneda, en agosto de 2015 y diciembre de 2015, los mercados bursátiles de Estados Unidos cayeron más de un 11% en cuestión de pocas semanas. Entonces, si la guerra comercial se intensifica como espero, no se preocupen porque China se desprenda de sus bonos del Tesoro o imponga aranceles.
Mira la moneda. Ahí es donde ellos responderán. Y cuando lo hagan los mercados bursátiles estadounidenses serán las primeras víctimas.
Tal vez piensas que es poco probable porque sería una reacción muy extrema por parte de China. Pero debes ponerte en el lugar de sus líderes.
Estos no son problemas académicos para ellos. Van al corazón de la misma legitimidad del gobierno.
La economía de China no se trata solo de proporcionar empleos, bienes y servicios. Se trata de la supervivencia del régimen para un partido comunista chino que enfrenta una crisis existencial si no cumple. El imperativo primordial del liderazgo chino es evitar disturbios sociales.
Si el país se encuentra con una crisis financiera, Xi podría perder rápidamente lo que ellos llaman “El Mandato del Cielo”. Es un término que describe la buena voluntad intangible y el apoyo popular que los emperadores necesitaron para gobernar China durante los últimos 3.000 años.
Si se pierde el Mandato del Cielo, un gobernante puede caer rápidamente.
Hasta la mitad de la inversión de China es un desperdicio completo. Es cierto que produce trabajos y utiliza insumos como cemento, acero, cobre y vidrio. Pero el producto terminado, ya sea una ciudad, una estación de tren o un estadio deportivo, es a menudo un elefante blanco que permanecerá sin utilizarse.
El crecimiento chino se ha reportado en los últimos años como entre 6,5% y 10%, pero en realidad está más cerca del 5% o menos una vez que se hace un ajuste. El paisaje del país está plagado de “ciudades fantasmas” que han resultado de la inversión desaprovechada y del modelo de desarrollo defectuoso.
Lo que es peor es que estos elefantes blancos se financian con una deuda que nunca podrá ser pagada. Y no se ha tenido en cuenta el mantenimiento que se necesitará para sostenerlos en forma utilizable si la demanda aumenta en el futuro, aunque eso es dudoso.
Esencialmente, China está en la mira de un dilema sin una buena salida. Por un lado, han impulsado el crecimiento en los últimos ocho años con créditos excesivos, inversiones de infraestructura desperdiciadas y esquemas Ponzi.
Sus líderes lo saben, pero tenían que mantener la maquinaria de crecimiento a todo vapor para crear empleos para los millones de inmigrantes que llegaban del campo a la ciudad y para mantener puestos de trabajo para los otros millones que ya estaban en las ciudades.
Las dos formas de deshacerse de la deuda son la deflación (que se traduce en castigos, quiebras y desempleo) o la inflación (que resulta en el robo de poder adquisitivo, similar a un aumento de impuestos).
Ambas alternativas son inaceptables para los comunistas porque carecen de la legitimidad política para soportar el desempleo o la inflación. Cualquiera de las políticas causaría malestar social y liberaría un potencial revolucionario.
Las contradicciones internas de China se están poniendo al día con eso. Ellos tienen que enfrentar un sistema bancario insolvente, una burbuja inmobiliaria y un esquema Ponzi de 1 billón de dólares en la gestión de patrimonios que está empezando a desmoronarse.
Un yuan mucho más débil le daría al país algún espacio de política en términos de usar sus reservas para cubrir algunos de estos problemas.
Una maxi-devaluación de su moneda es probablemente la mejor manera de evitar el descontento social que aterroriza al país oriental.
Cuando eso suceda, posiblemente a finales de este año en respuesta a la guerra comercial de Trump, los efectos no se limitarán a China. Una shock megadevaluatorio del yuan será la oportunidad que se escuche en todo el mundo como lo fue en agosto y diciembre de 2015 (en ambas ocasiones, las acciones estadounidenses cayeron más del 10% en cuestión de semanas).
China no tiene una opción nuclear en la guerra comercial. Pero tiene un arma muy poderosa. Y parece que podría estar preparándose para usarla.
Saludos,
Jim Rickards
Jim Rickards es editor de Inteligencia Estratégica para Agora Publicaciones