La estabilidad del status quo estadounidense es ilusoria. Eso de que “no puede ocurrir aquí” sonará muy estúpido en cinco años.
Por Jim Rickards
¿Por qué la inflación en Estados Unidos pudo mantenerse bajo control mientras el banco central y el gobierno han inyectado billones de dólares nuevos en la economía? Es uno de los misterios más grandes de la última década. Ya se han escrito millones de palabras al respecto, por lo que debo tomar algunos atajos en esta nota para que todo tenga sentido.
Empecemos con lo básico.
Agregar dinero recién creado sin generar nuevos bienes y servicios del mismo valor reduce el poder adquisitivo del dinero existente.
Para hacerlo simple: digamos que la economía de un país es de US$ 20 billones. (El PBI de Estados Unidos es de US$ 20 billones…) y que su oferta monetaria es de US$ 10 billones.
Entonces, los bancos y/o el gobierno crean US$ 2 billones en dinero nuevo, pero el valor de los bienes y servicios solo se expande en US$ 1 billón. Ese billón extra de dinero recién creado reduce el valor de todo el capital existente.
En efecto, el dinero nuevo le quita el poder adquisitivo a todo el dinero existente. Aquellos que tienen este último han perdido su capacidad de compra, mientras que los receptores del dinero fresco adquieren poder adquisitivo que no tenían antes.
A medida que la deuda ha escalado (y recuerda, la deuda es “dinero nuevo” que se dirige a préstamos), el PBI creció a un ritmo mucho más bajo, por lo que el indicador deuda/PIB se ha catapultado.
Entonces, ¿qué pasa si la deuda supera el PBI?
Durante la última década Estados Unidos (y sus habitantes, y empresas) ha estado pagando sus obligaciones con deuda. La relación deuda/PIB pegó un salto debido a que el producto interno bruto ha crecido moderadamente, mientras que la deuda se disparó (y si eliminamos el “crecimiento” ficticio del PIB y la imagen empeora significativamente).
La trayectoria empinada de la deuda es sostenible solo en una economía real estancada, con salarios estancados para el 95% de la población y con menos recursos.
Los gobiernos federales, estatales y locales pagan intereses sobre todo el dinero que piden prestado para financiar el gasto deficitario, es decir, cada dólar gastado por encima de los que ingresan. Todo ese interés es una obligación de pago creciente que debe saldarse en el futuro. Pedir prestado más dinero para pagar esos intereses hace que aumenten los pagos de intereses futuros. Un clásico ciclo de retroalimentación descontrolado.
Los políticos son reelectos por prometer cosas que sin importar cómo serán financiadas, con la idea de que el “crecimiento” se encargará sin esfuerzo de todo. Ese es el supuesto central de toda la teoría económica clásica, ya sea de libre mercado, keynesiana o socialista, por igual.
Lo que hay que saber es que en Estados Unidos el principal electorado de los políticos son los empleados y contratistas del gobierno, grupos de interés son financiados por el gobierno, que a su vez es administrado nominalmente por funcionarios electos y sus asesores.
Nadie es más generoso (o demandante) que los que se alimentan directamente de las arcas del estado. (Por “contratistas” me refiero a la gran variedad de cárteles corporativos de Estados Unidos que se alimentan de los gastos del gobierno: defensa, grandes farmacéuticas, educación superior, etcétera.)
Las obligaciones que se han prometido se están expandiendo a un ritmo casi exponencial, ya que los costos de la atención médica continúan aumentando y el número de jubilados del gobierno está creciendo rápidamente. Los ingresos fiscales necesarios para financiar estas obligaciones están superando con creces los ingresos y la riqueza del 95% de la población con menos recursos.
Aquí está la incómoda realidad: los medios para pagar todas estas obligaciones futuras en expansión (la economía real y la riqueza e ingresos de la gran mayoría de la población) son demasiado modestos e incluyen intereses para una montaña cada vez mayor de deuda pública y privada.
Ahora pongamos estas dinámicas juntas y obtendremos un solo resultado: el gobierno federal no puede pagar todas sus obligaciones con los ingresos fiscales, ni puede aumentar los impuestos lo suficiente como para no destruir esos ingresos con una recesión.
La única forma de pagar todas estas obligaciones futuras es creando dinero nuevo, que en una economía estancada y disfuncional, solo puede reducir el poder adquisitivo de la moneda. En efecto, se roba la riqueza y los ingresos de todos los que tienen dólares.
El lugar en donde aparece la “inflación” dependerá de quién obtiene el dinero recién creado: los pocos ricos o los asalariados. Estos últimos, cuando reciben dinero nuevo, aunque tienden a ahorrar algo de dinero, también gastan una parte.
Pero en nuestro sistema, todo el capital recién emitido se destina a bancos, entes financieros y grandes corporaciones, los pocos ricos.
Entonces, ¿qué hacen las personas y las empresas ya ricas con billones de dinero nuevo?
Compran activos: Acciones, bonos y bienes inmuebles.
El resultado final de darle a los ricos todo ese dinero nuevo es una expansión en la burbuja de activos, justamente lo que ocurrió en la década pasada. Real estate: burbuja. Deuda corporativa: burbuja. Acciones: burbuja.
No hay duda de que la cifra de inflación real supera la oficial, pero lo cierto es que esta inflación está en los activos, los mismos que han multiplicado su valor por tres o cuatro en la última década.
La consecuencia inevitable de la inflación de activos es mayor inequidad de ingresos y riquezas. Los más adinerados han acumulado activos con todo ese dinero nuevo que viene del crédito, y a medida que sus precios se han ido por los cielos, han sumado fortunas a sus patrimonios.
Sin embargo, algo curioso ocurre cuando nos acercamos a niveles extremos de desigualdad de ingresos/riquezas: se siembra el malestar social, comienzan protestas. Los “lacayos” y defensores de los intereses de los ricos llaman esto “populismo”.
Pero esto en realidad no es más que la respuesta inevitable a niveles extremos de inequidad que, recordemos, son producto de inyecciones billonarias de capital en la forma de crédito a los bolsillos de los ricos y a cuesta de los asalariados y los tenedores del dinero actual.
Para calmar la rebelión de las masas, la esfera de poder creará billones de dólares de dinero nuevo, solo para repartirlo como migajas de pan entre la población. Esta distribución masiva de capital fresco llegará a la economía real –no a los activos– por lo que la inflación se manifestará en los bienes y servicios.
Esta repartición de dinero se dará en la forma de pensiones, Ingresos Básicos Universales, subsidios impositivos, tasas de impuesto negativas y otras formas. La distribución de dinero nuevo creado a partir de préstamos se conoce por varios nombres.
Eso es precisamente lo que Venezuela ha estado haciendo por ya más de una década: distribuyendo dinero nuevo que no es congruente con algún incremento en la producción de bienes o servicios. Y como sabemos, el resultado de esto ha sido la destrucción total del poder adquisitivo de los venezolanos.
Hace cinco años, los venezolanos pensaban que “esto nunca podría pasar aquí”. Pero la realidad, es que todo se reduce a las matemáticas: crear dinero de la auténtica nada y luego inyectarlo en una economía disfuncional siempre resulta en la destrucción del poder adquisitivo del dinero actual. Aquellos que reciben dinero nuevo son como una serpiente comiéndose su propia cola.
La inflación real pulverizará para siempre cualquier pronóstico de baja inflación.
Desde la perspectiva de los ricos que controlan el status quo en los Estados Unidos, éstos tienen una elección importante que tomar. O siguen su puja por inequidad de ingresos y riquezas hasta el punto de despertar una rebelión sociopolítica, lo que pone su control en riesgo, o crean y distribuyen billones de dólares de “dinero gratis”.
Estos individuos saben que esto generará inflación, pero los incrementos en el valor de sus activos siempre han superado la inflación real, por lo que esto no les interesa. Que se preocupe el ciudadano promedio, dicen.
Por supuesto que menos les importas tú, que ni siquiera estás en Estados Unidos pero sin ebargo eres alcanzado por todos los efectos de sus políticas.
Sin embargo, lo que estos líderes millonarios están olvidando es que una inflación descontrolada destruye el sistema que la hospeda de la misma forma que la inequidad de ingresos. Tan solo pregúntale a los venezolanos qué tan efectivo ha sido la creación de dinero nuevo a la hora de eliminar la pobreza. Ahora la totalidad de su población está en situación de pobreza, con solo algunas excepciones en los estratos más altos y adinerados que controlan el status quo.
La estabilidad del status quo estadounidense es ilusoria. Eso de que “no puede ocurrir aquí” sonará muy estúpido en cinco años.
El mayor problema es que esta bomba explotará en el mundo entero.
Jim Rickards
Jim Rickards es editor de Inteligencia Estratégica para Agora Publicaciones