El gran problema que se esconde en el “libre comercio” y la razón real por la que las élites lo buscan tanto. Qué hacer para protegerte de la debacle.
Por Jim Rickards
Después de que el Presidente Trump anunciara sus pesados aranceles del 30% sobre las importaciones de paneles solares y lavadoras, el ministro de Comercio chino afirmó sentir “profunda insatisfacción” y que esto “empeora aún más el clima del comercio global”.
Y eso que Trump todavía no ha terminado con los aranceles…
En los días y semanas que se aproximan, podemos esperar incluso más anuncios relacionados a las importaciones de acero y aluminio a Estados Unidos. Una vez más, tales importaciones provienen más que nada de China, aunque bien es cierto que estas políticas terminarán afectando a todo país que exporte a los Estados Unidos.
Es irónico, pero estos anuncios llegaron justo cuando el Presidente Trump se estaba preparando para ir a Davos, Suiza, para asistir el Foro Económico Mundial.
Las élites de Davos se oponen fuertemente a los controles tanto de capitales como comerciales, y en su lugar optan por un enfoque enteramente globalista de “un mundo sin fronteras”. El único problema con los eruditos de Davos es que su teoría está empírica, histórica y analíticamente equivocada.
La teoría del libre mercado está basada en un concepto conocido como “ventajas comparativas”, que tiene serias fallas. Para empezar, la ventaja comparativa no es un factor estático, sino que cambia con el paso del tiempo. Es importante destacar que en realidad puede hasta crearse de la nada. En la década de 1980, Taiwán solía carecer de cualquier tipo de ventaja comparativa en el sector de los semiconductores, hasta que el gobierno tomó la decisión de crear la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company, compañía propiedad del estado.
En la actualidad, Taiwan Semiconductor es el proveedor de semiconductores más importante del mundo. El gobierno ayudó constantemente a la compañía por medio de aranceles y subsidios en los momentos de mayor vulnerabilidad a la competencia del extranjero. Hoy en día, Taiwan Semiconductor cotiza en la Bolsa, y es prácticamente un competidor de la industria se escala global. Nada de esto hubiera sido posible sin la ayuda gubernamental que recibió en sus primeros días.
Si la teoría de la ventaja comparativa fuese correcta, entonces Japón aún estaría exportado atún en lugar de autos, computadoras, televisores, acero y mucho más.
Lo mismo puede decirse sobre la opinión de los globalistas de que el capital debería fluir libremente como si las fronteras no fueran más que líneas en un mapa. En teoría puede que sí sea provechoso, pero la manipulación de mercado por parte de los bancos centrales y grandes corporaciones filo-mafiosas como Goldman Sachs o los grandes fondos de cobertura, hacen que sea una propuesta peligrosa.
En las profundidades de la crisis asiática de 1997, el Primer Ministro de Malasia, Mahatnir bin Mohamad, cerró las cuentas de capital del país a fin de mantener a su divisa fuerte y defender su tasa de cambio, en medio de la caída del resto. Mahatnir fue fustigado por personalidades como George Soros. De hecho, Soros incluso se atrevió a decir que era “una amenaza para su país”.
Sin embargo, hoy en día los expertos concuerdan con que Mahatnir hizo la jugada correcta en ese entonces. En años recientes, incluso la FMI ha afirmado que existen ciertas situaciones en las que los controles de capital están completamente justificados. Ahora, si en efecto los flujos de capitales y comercio libre son malas ideas, ¿entonces por qué la élite de Davos está tan fuertemente a su favor?
La respuesta radica en que estas teorías, mismas que son superficialmente atractivas para los ciudadanos comunes y corrientes, son la pantalla de humo perfecta con la que la élite puede llevar adelante sus aspiraciones secretas. Es simple: suprimir el poder que Estados Unidos y el dólar tienen en todos los asuntos internacionales, así como incrementar el poder de las naciones en crecimiento –principalmente China.
Pero Trump está viendo a través del humo. Cuando el Presidente dice “Estados Unidos primero”, lo dice en serio. Lo mismo va para el asesor comercial más importante de Trump, Robert Lighthizer.
Lighthizer, un veterano de los días de la presidencia de Reagan, fue quien forzó a Japón a transferir sus plantas de producción de autos a Estados Unidos en los años 80. Logró esto imponiendo pesados aranceles en los autos japoneses importados.
Como resultado se crearon miles de nuevos empleos con buenos salarios en los Estados Unidos. Y ahora planea usar la misma jugada contra los chinos.
Lighthizer es parte de una “troika económica” bastante agresiva conformada por él mismo, el secretario de Comercio Wilbur Ross, Jr., y el asesor comercial de la Casa Blanca, Peter Navarro. Este trío le recomienda a Trump encarecidamente que imponga un grupo de aranceles a China que está relacionados no solo a lavadoras y paneles solares, sino también al acero, el aluminio y el robo de propiedad intelectual.
Hay diferentes “palomas” comerciales actualmente oponiéndose a esta troika económica: el Asesor Económico Nacional Gary Cohn, el Jefe de Gabinete John F. Kelly, el Secretario de Estado Rex Tillerson y varios CEOs de algunas de las corporaciones más grandes del mundo, como Boeing, Apple y General Motors –compañías que obtienen ganancias importantes de las operaciones chinas.
Estos “halcones” y “palomas” ya se enfrentaron de forma similar en 2017 a raíz de problemas relacionados a las esperanzas más bien vacías sobre el posible apoyo chino en la situación norcoreana, así como por la importancia de mantener unido el frente político a fin de aprobar la reforma fiscal. Ahora que se sabe bien que China no hará nada con respecto a Kim Jong Un y que la reforma fiscal ha sido aprobada, los planes comerciales ahora toman un papel central en la política estadounidense.
No estamos hablando de algo que “eventualmente” podría pasar. Trump tiene que tomar decisiones importantísimas –y el plazo está lejos de ser ilimitado.
Estados Unidos siempre ha prosperado cuando impone aranceles importantes para proteger sus industrias, desde el plan del primer secretario de Estado, Alexander Hamilton. Trump está regresando a esas tradiciones.
El problema es que éste no será un recorrido fácil. A los fabricantes estadounidenses de paneles solares les tomará años volver a estar en forma. Sin ir más lejos, una de las mayores firmas estadounidenses de la industria se acogió a protección por bancarrota el año pasado, y hoy se mantiene operando dentro de un proceso de restructuración supervisado por la corte.
Incluso, si en efecto esto ayuda a Estados Unidos, una guerra comercial afectará con fuerza al crecimiento económico mundial. Considerando los billones de deuda denominada en dólares que actualmente plagan los mercados emergentes, es posible que se materialice una crisis de deuda externa si las economías emergentes no logran ganar dólares de las exportaciones para poder saldar sus compromisos.
Trump no impuso estas tarifas en 2017 porque necesitaba la ayuda de los chinos para mantener en calma la situación norcoreana. Pero como sabemos, la ayuda no fue tan efectiva como realmente pudo ser, y de hecho hay bastante evidencia de que China está ayudando a Corea del Norte a esquivar las sanciones actuales.
Para colmo de males, China esta semana reportó que su superávit comercial de 2017 en relación a Estados Unidos fue de US$ 275.000 millones –el más alto de la historia.
Cuando la falta de cooperación china con respecto a Corea del Norte se hizo evidente, Trump no vio ningún daño posible con enfrentarse comercialmente a China, algo de lo que no se hablaba desde el verano de 2015, durante los primeros días de su campaña presidencial.
Ahora puede que los chinos opten por responder con algo más aparte de aranceles, como amenazas por alejar sus reservas nacionales del Tesoro estadounidense. Y a medida que el Tigre Asiático compra cada vez menos deuda estadounidense, el activo sustituto que más probablemente tomará su lugar será el oro. Esta es otra razón más por la que debemos anticipar que las tendencias actuales de un dólar débil y un oro fuerte se mantengan por lo que queda de 2018 y más allá.
Saludos,
Jim Rickards